A todas las mujeres del mundo, las que han logrado sobrevivir al feminicidio y las que no | Marlene Restrepo

No es fácil abordar un tema tan sensible como tolerado y universalizado. Un asunto que agita el repudio, sin promover, concomitantemente la prevención. Lo que se mueve en la cotidianidad visible, esconde con mucho, aquello que se vivencia al interior de la vida en pareja y de la mujer muerta en vida, con huellas visibles e invisibles, físicas y psicológicas, que el tiempo no cura. Todo por concurrir a una relación asimétrica de poder, para no estar sola.

No debe dejar de mirarse con escozor que, ahora que la ciencia y la tecnología están dando saltos tan impresionantes para la humanidad, que la tienen ad portas de conquistar y habitar nuevos mundos, cuando las mujeres, aun no terminan de tener cabida en este.

No desconociendo que el amor romántico existe, como una faceta del comportamiento y de la vida que, nadie sabe en qué momento se deforma, se desvanece y muere. Luego, como dicen que, cada acto humano deja un mensaje, la sociedad asiste desconcertada a la desaparición de dos almas enamoradas, “hechas la una para la otra”, a consecuencia de un feminicidio o crimen pasional, cuántas veces, en defensa del honor masculino.

En consonancia con esto, es bueno aclarar primero, qué es y qué no es un feminicidio, de dónde sale un feminicida, cómo identificarlo y cómo esquivarlo oportunamente.

Para empezar, no se tipifica como feminicidio el acto en que una persona trastornada psicóticamente, dé muerte a una mujer, durante una epicrisis, en medio de la cual cursa algún tipo de paranoia. La cuestión es bien compleja; el Derecho y la ciencia deben demostrar que, en condiciones así, el homicida es inimputable; es decir, si se comprueba que no cometió el crimen en estado de lucidez y autodeterminación. Aunque no es la única, sí es una figura no catalogada como feminicidio. El feminicidio entonces, consiste en que un hombre torture, y dé muerte a una niña o a una mujer, solo por el hecho de ser mujeres, sin que medie otra motivación, reforzando así la idea generalizada y desconsiderada del derecho sobre el cuerpo de las mujeres. Toda vez que se tiene en cuenta un cuerpo capaz de dolor; prácticas basadas en el código del dolor. La conclusión aparece en la escena; si el cuerpo de la mujer es un instrumento de placer para un dueño, al producirse placer, hay que eliminarlo y quién mejor que su propietario, pues la función ha sido cumplida. Esto pasa por la mente irracional y obtusa del criminal.

Ahora, indagando por los orígenes del feminicida, que no son pocos, pues toda acción humana es la sumatoria de factores biológicos, psicológicos y sociales, que se fusionan dentro de un individuo, dando como resultado un único comportamiento y no otro. Es pertinente preguntarse por qué se agrede, se mutila y se elimina a la niña o a la mujer en el hecho feminicida.   Desde sus orígenes, el cuerpo de la mujer ha venido siendo estigmatizado en la cosificación y después en la industrialización en los inútiles certámenes de belleza, en las pasarelas del mundo del modelaje, con un alto contenido de exhibición a flor de piel, para promocionar la compra de un jabón, de un auto, un chicle, un viaje en avión y más. Esto exige, además, que ella tenga que mantener un físico joven y hermoso, que no es otra cosa, que el exigido por los hombres. En eso consiste la belleza. Muchas mujeres que están por fuera de cumplir con esos parámetros, hacen malabares, hasta exponiendo la vida para conseguirlo y, a veces, muriendo en el intento. Lo que ha reforzado considerablemente, la industrialización del cuerpo femenino y su uso como instrumento de placer. El hombre que asesina a su pareja y luego se suicida, deja con este acto, un mensaje contundente: No fue posible la vida con ella, pero tampoco sin ella. Tanto poder para tan fatal incompetencia. Al parecer, la principal motivación para mantener el control es la de hacer daño; la de eliminar lo que no se puede subyugar o tal vez, igualar. Esto es un poder por la fuerza y no sustentado en la razón. Y ella, quien hace menos uso de la fuerza y más de la razón, no logra convencer. Así que como no es posible que la razón tenga la razón, la comunicación vuelve a meter las narices, aclarando que, en su ejercicio, cuando falta la palabra o el argumento para rebatir lo expuesto por la compañera, se traduce en el pasaje al acto, penalizando la insensatez de ella por no acatar las señales desde un comienzo.

El cúmulo de estos hábitos, se ha perpetuado y se mantiene, debido a su aceptación y ejecución constante por toda la sociedad. Pero ¿Qué hay del otro lado de un cuerpo femenino atractivo? Un sujeto masculino que quiere poseerlo y darle la utilización para la que se ha concebido. Hasta aquí, todo parece tolerable, pues, ha sido lo propuesto por el aprendizaje social.  

La tradición cultural ha castrado en los hombres el derecho a las lágrimas, a la ternura, a la expresión plena de sentimientos, por considerarlo un agravio a la masculinidad. En cambio, se propiciaron todas las actitudes violentas, hostiles, rudas e indolentes. La situación de maltrato hasta el extremo del feminicidio se ha complejizado aún más hoy. En los hogares de origen hay mucha más percepción de soledad y de abandono. Los padres ya no crían a sus hijos, las familias son monoparentales y altamente disfuncionales, sobre todo en lo tocante a la formación en valores y principios éticos. Esta es una de las razones por las cuales, los jóvenes adultos en la actualidad, no tienen la suficiente fortaleza moral para tomar decisiones responsables y trascendentales con su propia vida, como, por ejemplo, las de asumir una relación de pareja estable y armónica. En estos momentos, muy pocos quieren comprometerse y esforzarse; ni por lo que quieren, ni mucho menos, por lo que no quieren. Las relaciones amorosas son más parecidas a transacciones o negocios, donde el mejor postor tiene las mayores prebendas, con la salvedad de que quien lleva las riendas ha de ser el hombre. A todas estas, el inmediatismo permea todas las jugadas y se le apuesta todo a logros financieros significativos, con el menor desgaste energético; a conseguir más comodidades con ínfimos aportes. Es decir, se busca un perdedor para poder ganar y el amor no escapa a esta ola insensible de determinaciones. No es difícil advertir este tipo de perfil en la vida diaria. Se encuentran personas ávidas de bienes materiales, sin el más leve intento por convertirse en mejores seres humanos. La idea no es ser, sino tener, porque la riqueza da poder.

Más allá de esto, el punto de quiebre que separa a un feminicida de un no feminicida, es aquello psicológico, que ha emergido de muchas variables, provenientes de la crianza, de la pobre percepción de sí mismo y de la participación de las mujeres en general. En la mente de un criminal de esta talla hay un hombre débil, sin competencias para rebatir los argumentos de su pareja, novia, amante, etc.

Quede claro aquí que, cuando falta la palabra, acude la acción, en este caso, violenta, para afirmarse en su masculinidad, pues si la mujer es un cuerpo, un ente material, a él y solo a él le pertenece. Sin que nadie se pregunte cómo podría ser posible unir a dos personas tan opuestas, en una convivencia y esperar que sean funcionales en esta empresa que, aspiran a que dure en el tiempo. En mucha parte, por eso se explica también, que esa balanza en desigualdad solo se equilibre con la sumisión de la mujer. Un hombre dueño de su compañera sentimental, la vivencia a ella como una extensión suya, y como él no se ama, no puede amarla a ella, la utiliza para descargar en ella la deformidad de sus sentimientos y de todas aquellas cosas que tiene en contra de sí mismo, aunque la vida no le alcance para precisar cuánto se odia, ni por qué. Este es un sujeto infeliz, no tiene un proyecto ni medianamente significativo con su vida. No está dispuesto a esforzarse por nada, no conoce la satisfacción de logro, ni mucho menos está dispuesto a sacrificarse por nadie. Puede o no ser evidente la emocionalidad en él, esto no es determinante para definirlo como feminicida. Dado que puede mantener encubiertas sus intenciones perversas y por ello un desborde emocional, lo pondría al descubierto. Pero el contenido de sus pensamientos lo mantienen en permanente zozobra. No muestra gratitud, ni satisfacción con su pareja, ni mucho menos lejos de ella. 

Esa debilidad latente en tantos hombres, se evidencia de varias maneras. Dicen que, a cada perfil criminal, un perfil de víctima. Esto es, no cualquiera puede servirle para canalizar su instinto perverso o su pulsión de muerte. La preferencia es encontrar a una mujer sumisa, depresiva, sola, sin una autoestima adecuada, sin afecto por parte de la familia, ni un círculo de amigos cercanos, ojalá con carencias económicas, psicológicamente dispuesta a depender de su pareja. Desde que aparece en la vida de la mujer que se acopla a sus requerimientos, primero, trata, por todos los medios, de halagarla, sobrevalorarla, elevarla a lo más alto de sus expresiones afectivas, ofrecerle más de lo que ella necesita, y de lo que ella ha imaginado; muestra una faceta generosa.  Más adelante, cuando se siente firme junto a ella, busca asediarla, acorralarla, denigrar de su familia y amigos y aislarla para controlarla en todas las áreas de su vida. Revisa abusivamente el celular y le pide cuentas de todo cuanto hace cuando está fuera de la vista de él. No admite un no como respuesta. Las decisiones las toma él, el mundo gira en torno a él, los anhelos de ella no existen para él, como tampoco los problemas que la asistan, las frustraciones ni las limitaciones que él le ocasiona. Dicho sea de paso, que, la función materna juega un rol primordial en la creación de este tipo de criminales. Es tan susceptible de formarse un criminal en potencia, que un desliz en la crianza, sea por exceso o por defecto, puede dar este fatal resultado. Refuerzo desmedido de su ego, de su poderío en virtud de la virilidad, de la subvaloración de la mujer, o puede ser el abandono o el rechazo por haber nacido hombre. Circunstancias estas que, aunque no son totalmente determinantes, sí tienen incidencia en comportamientos destructivos hacia las mujeres.

Pero la realidad enseña que, a ningún hombre le hace bien convivir con una mujer que no se respete ni se valore, que no haga valer sus derechos, que no tenga un norte definido para ella; pues si así fuera, el sujeto masculino, sería feliz, se sentiría realizado junto a una persona con estas características. 

El cine y la televisión, por su parte, inundan diariamente sus pantallas con escenas violentas, crudas y sangrientas, donde el cuerpo femenino se presenta de principio a fin, como víctima de todo tipo de vejámenes y son los hombres, casi en un ciento por ciento, los perpetradores, los indolentes criminales que ratifican aquello de que no conciben la vida sin una mujer, pero están dispuestos a alcanzarlas para hacerles todo el daño posible.

Es muy recomendable que cuando una mujer esté interesada en entablar una relación de pareja con un hombre, primero lo observe muy atentamente. Utilice ese sexto sentido que le fue otorgado con su feminidad, compare siempre su lenguaje verbal con el no verbal y cualquier inconsistencia entre estos, será señal de engaño. No informe sobre aspectos privados e importantes para ella, como dirección del domicilio, del trabajo, montos de dinero en las cuentas bancarias, ni de sus proyectos de vida. Más vale que primero se informe ella con respecto a él, a su familia de origen, hábitos, proyectos de vida, comportamiento con las demás personas, su desempeño laboral y poner a prueba su criterio ético. No renunciar nunca a sus propósitos de vida. No ir en contra de sus principios éticos ni morales para agradarlo o para retenerlo. No aceptar relaciones íntimas desde las primeras salidas. No consentir las mentiras, bajo ningún pretexto, ni en ningún contexto, como tampoco las superficialidades en la comunicación. Tener presente que, una vez se llegue a la intimidad, el hombre se creerá dueño de su cuerpo, de su vida. Pasará de ser autónoma a ser esclava. Y en tanto algo de él “no le cierre”, corte con esa relación, antes que sea demasiado tarde. Mantener al corriente de ese noviazgo al mayor número de personas de su confianza. Activar la intuición al máximo. Poner en funcionamiento la inteligencia emocional. Ella documentará claramente la naturaleza de sus sentimientos, lo mismo que la de los ajenos, además de las intenciones de otros hacia ella.

La vida es una sola, es impensable que la felicidad haya que importarla y no pueda encontrarse adentro de sí misma, donde no hay amos ni esclavos, donde puede experimentarse a entera libertad. La idea no es vivir en el miedo, sino tener los pies en la tierra y bien puestos.

“El amor y el odio juegan siempre una partida y en ella, lo que el uno encubre, el otro lo devela”.       

Una nota de cristal de: Marlene Restrepo Cuervo, Psicóloga, Universidad Nacional de Colombia. Estudios avanzados en psicología forense, Universidad de Buenos Aires, Argentina, Estudios complementarios en perfilación criminal y detección de mentiras.

Contacto: mrestrepoc@unal.edu.co

         

Revista Juventud, Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción.
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5 thoughts on “A todas las mujeres del mundo, las que han logrado sobrevivir al feminicidio y las que no | Marlene Restrepo

  1. Es importante leerlo y concientizarnas que eso pasa frecuentemente en muchas parejas debemos reaccionar a tiempo gracias por estos artículos

  2. Muy buen artículo. Muy de la realidad y bien argumentado. Esto debería estar más al alcance de las mujeres y las niñas del campo. Rotundamente importante.
    Saludos. Carmen Rosa

  3. Muy buen artículo, importante compartir con todos nuestros contactos, espero que muchas mujeres hagan caso de los consejos que aquí se indican. Agradecimientos a la Doctora Restrepo y revista juventud

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