El hielo marino que rodea la Antártida ha alcanzado su nivel más bajo desde que se iniciaron las mediciones por satélite hace más de 40 años. Según un informe del Centro Nacional de Nieve y Hielo de Estados Unidos (NSIDC), el 10 de septiembre de 2023, el hielo marino cubría solo 16,96 millones de kilómetros cuadrados, lo que supone una disminución de 1,03 millones de kilómetros cuadrados respecto al mínimo anterior registrado en 1986. Este hecho preocupa a los científicos, que ven en él una señal del impacto del cambio climático en la región más fría del planeta.
El hielo marino antártico se forma cuando el agua del océano se congela durante el invierno y se derrite durante el verano. Su extensión varía a lo largo del año, alcanzando su máximo en septiembre y su mínimo en febrero. Sin embargo, en los últimos años, el ritmo de crecimiento del hielo marino ha sido más lento de lo normal, especialmente en la zona del mar de Ross, donde los vientos cálidos han impedido la formación de hielo.
La pérdida de hielo marino tiene importantes implicaciones para el ecosistema antártico y para el clima global. El hielo marino proporciona un hábitat para muchas especies, como los pingüinos, que lo utilizan como plataforma para alimentarse y criar a sus crías. Además, el hielo marino actúa como un escudo que protege al continente helado de la erosión y la fusión provocadas por las olas y las corrientes marinas. Al mismo tiempo, el hielo marino refleja la luz solar y evita que el océano absorba más calor, lo que contribuye a moderar la temperatura global.
Los expertos advierten de que la tendencia de deshielo en la Antártida podría acelerarse en el futuro debido al calentamiento global. Esto podría provocar un aumento del nivel del mar, una alteración de las corrientes oceánicas y una mayor liberación de gases de efecto invernadero. Por ello, es necesario tomar medidas urgentes para reducir las emisiones de dióxido de carbono y otros contaminantes que causan el cambio climático.
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