
El nombramiento de Armando Benedetti como Jefe de Despacho del presidente Gustavo Petro ha generado una ola de críticas y reacciones dentro del gobierno colombiano. A pesar de que su designación fue oficializada este 4 de febrero de 2025, ya había suscitado controversia y descontento entre varios miembros del gabinete y el partido Pacto Histórico. La vicepresidenta Francia Márquez y cuatro ministros se negaron a participar en el consejo semanal con el presidente, lo que refleja la indignación generalizada en el aparato gubernamental.
Por su parte el senador Iván Cepeda, un defensor del presidente Petro, expresó su desacuerdo con la decisión a través de redes sociales, afirmando: “Expreso mi respaldo a las ministras y los ministros de nuestro gobierno que piden una reflexión crítica sobre la llegada de Armando Benedetti a la Casa de Nariño. Existe una serie de hechos que cuestionan severamente la compatibilidad de esa decisión con nuestro proyecto político”. Este tipo de declaraciones ha resonado entre otros congresistas y ministros que ven en Benedetti una figura problemática debido a su historial.
La preocupación por el nombramiento se centra en el pasado controvertido de Benedetti, quien ha enfrentado múltiples acusaciones, incluyendo corrupción y enriquecimiento ilícito. A pesar de no haber sido condenado, su historial ha llevado a muchos a cuestionar su idoneidad para un cargo tan cercano al presidente. Un grupo de ministros, incluyendo los titulares de Cultura, Defensa, Trabajo y Minas, han manifestado que no pueden defender éticamente su nombramiento, calificándolo como “indignante” en los pasillos del gobierno. Benedetti había renunciado a su puesto como embajador ante la FAO solo días antes de su nombramiento, alegando motivos familiares y problemas de salud tras un tratamiento por adicción. Sin embargo, su regreso al círculo íntimo del presidente fue inesperado para muchos en el gabinete.
Sin embargo, desde la Casa de Nariño se ha intentado minimizar la importancia del nombramiento, asegurando que Benedetti no tendrá un papel decisivo en la agenda presidencial ni en el Consejo de Ministros. Sin embargo, la percepción pública y las reacciones dentro del gobierno sugieren que su mera presencia podría ser suficiente para “incendiar” la administración.
El ministro de Salud, Guillermo Jaramillo, fue uno de los pocos miembros del gabinete que defendió abiertamente a Benedetti, afirmando ser “petrista de sangre” y dispuesto a acatar las decisiones del presidente. Esto contrasta con las opiniones más críticas expresadas por otros miembros del gabinete y congresistas aliados.
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