Existe algo inexplicable en el tiempo, en la naturaleza, en la vida; que se desdibuja un poco con la humanidad y aún más en lo mal llamado civilización; y es la superioridad que han tenido lo bueno sobre lo malo, el crecer y la construcción sobre la destrucción y se puede decir que el elemento fundamental en esa evolución, ha sido la necesidad de renovación.
De manera específica, ante la vida, ante la raza humana, ese factor desequilibrante podría definirse como la necesidad de equiparar las cosas cuando están mal y raro, de desbarajustarlas aún estando bien, es inevitable; es intrínseco a la existencia del universo, el equilibrio perpetuo no existe, los cuerpos ante la inexistencia de alguna fricción o fuerza que los impulse, tienden a estar en movimiento y esto aplica tanto para lo físico, como para lo místico y virtual; incluso químicamente la excitación continua de los electrones es inevitable, su necesidad de aparearse
cuál joven puberto es permanente “si no se mueve, está muerto”.
Es común a las causas un principio de represión: las mujeres, los vulnerables, los indígenas, las negritudes, personas en discapacidad, víctimas, los mayores, los artistas, los informales, los desempleados, los nádies y también… los jóvenes; quizás quienes entrañan y representan con mayor fuerza el estatus de rebeldía, de revolución; y así fue en #21A del 2021, donde miles de colombianos, casi todos jóvenes y muchos de ellos vallecaucanos, población hermosa, diversa, alegre, rica culturalmente, solidaria y pujante, comprendieron el momento y estallaron con ánimo de cambio, los impulsó el querer satisfacer sus mínimos derechos y el poder tener oportunidades, y desde allí decidieron apoyar en lo que podían, en lo que al alcance de sus manos estaba, un propósito de renovación electoral, política, económica, de innovación social, de marcada lucha contra la corrupción y la violencia; irónicamente con vías de hecho y para infortunio, incluso, con muertes de lado y lado.
Ese fue su gran grano de arena, ahora en el Gobierno del Cambio, en el proceso de construcción de esa Potencia Mundial de la Vida, quieren, no jugar simplemente un papel, sino ser parte central del Mandato de Transformación Cultural, donde ellos, las y los jóvenes puedan garantizar en los espacios de planeación, ejecución y también de poder, el desarrollo de un gobierno, un estado, un pueblo y una nación donde se generan bienestar y oportunidades para todos, con base en el fortalecimiento de la educación y capacitación pertinentes a los territorios y a las fortalezas de las regiones, donde se prepare al talento humano y se pueda remunerar de manera digna, gracias a que se aprovechen los saberes ancestrales, la tierra, el clima, el patrimonio cultural y que con el aporte de la tecnología (donde son expertos), se genere valor alrededor de sectores económicos de servicios y productivos como el turismo, la agricultura industrializada, la salud, la educación, la protección del ambiente, de las especies, la transición energética y el fortalecimiento de la Economía Popular Comunitaria.
La juventud, sin duda alguna no es ya solo el futuro, ahora es el presente; un diamante al que lo único que le falta es comprarlo, irradiar su espíritu, es el principal actor en la consolidación de un país reformado, donde quepamos todos y se unan las dos Colombias.
Una Nota De Cristal De: Javier Astudillo Mercado.
Ok buen aporte a las reformas.