Para nadie es un secreto que el gobierno de Gustavo Petro ha tenido que usar mil y un maromas para defenderse de los constantes rumores de pasillo o mal llamadas “fuentes” entre la prensa tradicional. No obstante, al ser tan reiterativas tales solicitudes de corrección vía Twitter (medio por el cual el primer mandatario suele interactuar bastante), la FLIP ha salido en un par de ocasiones a solicitar respeto por la tan aclamada libertad de prensa. Siendo el último encontronazo esta semana que termina.
Esto ha sometido al primer mandatario a una posición defensiva constante en cualquier declaración o espacio que tenga para hablar. Los repetitivos “me toca aclarar porque sino luego me malinterpretan”, dan cuenta de un escenario inusual en la que un jefe de estado colombiano, cuyos predecesores han estado acostumbrados a tener una relativa comodidad en las relaciones con el tan llamado “cuarto poder”, debe estar alerta frente a cualquier titular de parte del tradicionalismo mediático que tiene el país.
Si bien es cierto que Gustavo Petro como presidente de Colombia debe respetar la libertad de prensa teniendo en cuenta su posición mediática y figura representativa de los colombianos ante el mundo, también es importante comprender que como ser humano siente y, por supuesto, cuesta trabajo quedarse callado ante tales titulares que han formado parte de la agenda mediática en los últimos 9 meses.
Titulares como “Colombia va mal”, cuando a 1 año del gobierno anterior en dicho medio se trataba como “año de aprendizaje”; “prepotente” cuando en ciertas columnas de un medio cuyo propietario es uno de los banqueros más adinerados del país (y constante actor en períodos anteriores en las decisiones y acciones empresariales en el territorio) el anterior era tildado de “audaz y valiente”; nos alejamos de Petro, su esposa, la primera dama que ha tenido que sortear constantemente los cuestionamientos de su vestir y paso de una figura de adorno (incluso machista) a un apoyo de opinión del jefe de estado en eventos donde no puede estar, a comparación de los elogios y flores que esta misma prensa arrojaba a María Clemencia de Santos (esposa del expresidente Juan Manuel Santos); el ninguneo de lo bueno y lo real, la maximización de lo malo (que en mayoría son rumores) dan muestra de un fuerte desequilibro de criterio y objetividad, hasta el punto de sentirse reticencia e incluso odio, frente al primer gobernante progresista en más de 200 años de vida republicana.
¿Hasta qué punto se puede considerar un rumor como fuente de una noticia?, ¿hasta qué punto el periodismo debe recurrir a simples comentarios de pasillo de funcionarios inmersos en el gobierno del cambio, que por lo visto no desean que le vaya bien?, ¿hasta que punto como prensa se tiene el derecho de hacer un sinfín de ataques directos para luego retractarse e incluso obligar a que el atacado (ahí si con pruebas fehacientes) de cuenta de su posición frente a dicho comentario o titular? Lo cierto es que la prensa, si no es que antes, actualmente se encuentra en la posición editorial más radical jamás antes vista en el país. ¿Incomodidad? ¿Odio? ¿Intereses de por medio? ¿Arrinconar para no dejar gobernar y mantener el statu quo? Dejo la conclusión a su criterio, estimado lector.
Una nota de cristal de: Eduardo Escobar. Director del Sistema Informativo de Divertivo.
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Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción
Totalmente cierto, la prensa tradicional está por defender los intereses de los poderosos y encubrir lo malo que hizo el estado