Los monstruos son seres terroríficos que suelen estar solo en las historias de horror, sin embargo, cuando este concepto cruza la realidad, nos encontramos con la naturaleza del ser humano, demostrando depravación, crueldad y un sinfín de conductas que solo encontraríamos en la ficción.
Este término se le atribuye en su mayoría a asesinos sádicos, cuya vida entera dejó una huella sangrienta en las sociedades modernas, creando mitos e historias que persisten de voz a voz entre el paso de las generaciones.
Mientras Inglaterra tiene a ¨Jack el destripador¨ y Estados Unidos a ¨El asesino del Zodiaco¨, en Colombia nos encontramos con una de las narraciones más crudas de su historia; un asesino sin precedentes en el país, el cual atemorizó las calles caleñas entre la década de los 60s.
Corría el 5 de septiembre del año 1963, una fría mañana en la ciudad caleña, algo poco habitual, una menor de tan solo 13 años desaparecía mientras ejercía su oficio de entregar periódicos, lo cual alarmó a las autoridades, quienes después de una exhaustiva búsqueda encontraron el cuerpo de la menor, sin vida. La pequeña yacía en un pastizal, con claros signos de violación, su cuerpo presentaba marcas de tortura y lo más espeluznante, no tenía ojos; habían sido retirados de sus cuencas oculares.
Esto sería solo el inicio de uno de los peores asesinos seriales en la historia de Colombia, después de caso relatado anteriormente, en tan solo ese mismo año se encontraron 12 cuerpos más a los alrededores de Cali y Palmira.
Las menores sin vida, eran encontradas con los mismos signos de tortura, casi repitiendo un patrón y lo que parecía ser la marca característica de este asesino, sacarles los ojos a sus víctimas; lo que le haría ganar el nombre del ¨Monstruo de los mangones¨. Durante la siguiente década su método de operar era el mismo, mujeres menores entre 12 a 14 años, las cuales violaba, torturaba y asesinaba sin piedad alguna, cometiendo todo tipo de actos despreciables, pero lo que más se destaca es su instinto caníbal, ya que su idea consistía en comer los ojos de sus víctimas y beber su sangre, la cual se presume; extraía con jeringas que encontraba en la calle, para posteriormente hacer uso de sus propios dientes.
Pero hay algo en esta historia lo cual la hace destacar sobre las demás, este asesino al igual que los antes mencionados, no fue identificado a ciencia cierta, sus crímenes se extendieron por todo el Valle del Cauca, entre los años 1960 hasta 1970, donde se registró su última víctima y aunque muchos dicen fue capturado, la realidad es que nunca se dio con la persona real detrás de estos actos y por consiguiente, la maldad que este hombre representó en Cali, la cual hizo estremecer a los niños de la ciudad nunca fue encontrada, y este relato el cual es completamente real y documentado, hasta el día de hoy no ha tenido un cierre ni para los familiares de las víctimas, ni para la sociedad que lo desconoce.
Una nota de cristal de: Miguel Ángel Narváez
Revista Juventud, Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción.
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