La reciente implementación de un nuevo reglamento para el uso de armas de fuego por parte de las fuerzas federales en Argentina, anunciada por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, trae consigo una serie de cuestionamientos sobre el rol de las fuerzas armadas en Argentina, y sus políticas de seguridad.
La implementación de este nuevo reglamento se da a la luz de la ola de homicidios y amenazas relacionadas con el narcotráfico en Rosario, provincia de Santa Fe, que “ha llevado a la necesidad de establecer pautas claras para el uso de armas en situaciones de peligro inminente”.
El objetivo principal del reglamento es evitar titubeos por parte de los agentes en momentos críticos y garantizar la seguridad tanto de los ciudadanos como de los propios oficiales. Bullrich enfatiza que las fuerzas de seguridad deben actuar sin miedo y proteger a la comunidad. La claridad en las directrices sobre el uso de armas es fundamental para lograr este objetivo.
Una de las intenciones primordiales que contempla Bullrich con la implementación de este reglamento es evitar el cuestionamiento ético de si el actuar fue correcto o no en situaciones que requieren el uso de armas se busca invisibilizar, centrándose en la necesidad de una respuesta rápida y efectiva.
El protocolo establece que las armas pueden utilizarse para detener a un delincuente que se resiste o intenta escapar. Esta disposición busca equilibrar la protección de los derechos individuales con la seguridad pública, pero ¿hasta que punto esta norma contrarresta la violencia? ¿Es esta una forma eficaz e integral a la hora de combatir la desigualdad social y la inseguridad que es producto de esta?.
Otra normativa que se señala, es la identificación verbal por parte de los efectivos es obligatoria, aunque existen excepciones en situaciones específicas, como en caso de que se encuentre en una situación donde está rodeado.
Bullrich afirmó que esta medida unificará los protocolos en todo el país. Esto permitirá enfrentar con mayor eficacia a delincuentes, mafias y narcoterroristas. Sin embargo, es crucial que se realice un seguimiento riguroso para garantizar que el uso de armas se ajuste a los principios de proporcionalidad y necesidad.
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