Siempre me han gustado los circos, tengo risueños recuerdos, desde Hilarco donde llegó una vez el más pobre del mundo, una sola persona hacía de anunciador, taquillero, domador y payaso, hasta el que nunca vi, pero lo recuerdo por mi mamá, quien me contó del hundimiento del Royal Dumbar. Tengo un vívido recuerdo, del Egred Hermanos, y uno que llegó al terraplén de la antigua CELESA, donde hoy funciona COLANTA, allí recuerdo a mi papá degustando una copa de vino de una jarra en la cual un payaso encontró una vieja y pecuecuda media, perdida en la imaginación del payaso. la risa ha hecho parte de mi vida, recuerdo a Chaplin “Teresa, ría, pues a eso vinimos al mundo, si fue para llorar, mejor nos devolvemos”. La canción de Amaya Uranga Lo quiero todo, tintinea en mi cabeza hasta cuando me baño “No quiero la sonrisa, prefiero la risa que me llena más”. Colombia ha tenido grandes circos, y han venido otros excelentes, pero el que hoy nos causa risa en medio de la desazón, considero que tiene la riqueza del cirque du soleil, pero la tristeza de aquel que una vez llegó a Hilarco, una vereda de Coyaima.
En Colombian Circus, los payasos, más tristes del mundo despiertan risas de tristeza. Recuerdo este circo, desde los tiempos nebulosos de los años cuarenta, cuando Marianito Godín, Laurianin también llamado Basilisco, y Albertusto el muelitas, representaban el espectáculo El frente nacional, Ellos decidieron presentaciones cuatrienales, para asegurar un público constante. En este circo ha habido a lo largo del tiempo, payasos, que en vez de reír hacen llorar, Carlitos, conocido como Remache, como mago desapareció por arte de birlibirloque, millones de votos de Gurropín el payaso con botas, los que aparecieron en el bolsillo de Patraña. Otro gran payaso en la carpa Colombian, todavía vive y recuerda su salto mortal, en el cual daba ocho mil volteretas en el aire, aplaudido hasta en el senado de la república donde fue presentado por el payaso Mogollón. Otros payasos, que debieran ser olvidados, hoy se recuerdan, como el innombrable Alvaricoque Paraquín, quien en un acto de magia magistral, convirtió 6204 jóvenes desempleados, en guerrilleros asesinados, y Santolín Pazcuál.
Este pobre espectáculo con payasos cada vez más tristes, que solo le sacan sonrisas a la mueca de la muerte, está en decadencia. Estos remedos de payasos, trasladaron su tragicomedia a los medios de comunicación, quienes les abren sus espacios todos los días, para agrandar su público y tratar de arrancar efímeros aplausos, a sus destemplados actos: Encabezados por Varguitas Coscorrón, Iván el Terrible, y Cizaña Patrañín, doña Cacerolina Cabal, Polo Polín Brutilín, Turbay ay ay el ratón Miguelito, Claudina la tibia, y Falsardín el encantado de los huevos tibios, nacidos en ese pueblito que queda entre Aguas Calientes y Rio Frío, acompañados por las Katherines Verdes, conocidas como las manguitas bajitas, por aquello de que son fáciles de coger, diariamente inventan actos, que solo causan desazón en el circo de la tristeza, aplaudidos por la comparsa millonaria de áulicos “Periodistas” que reproducen en sus medios, hasta sus hediondas y mefíticas flatulencias.
Pero como en el tango La muchacha del circo, estos payasos, representando la peste del olvido, en un desequilibrado acto, en el cual olvidan todos sus actos de corrupción, trastabillan en el frágil trapecio y van en caída libre sin que nadie los pueda parar. En su caída recuerdan aquellos actos de magia donde desaparecían miles de millones de pesos de los colombianos, mientras reían a carcajadas llenando sus bolsillos.
Como en la canción de Bob Dylan, los tiempos están cambiando, y el cambio llegó a Colombian Circus, y en ese viejo circo de payasos tristes, estos avanzan vertiginosos en su caída, pero no los espera el suelo, sino el ostracismo, y depende del nuevo público que se vayan con sus destemplados actos a sus cuarteles de invierno o a sus mansiones en Anapoima o a sus paraísos fiscales, mientras se endereza la justicia y las investigaciones a que sean sometidos digan que su destino es hacer reír o llorar, a su nuevo público en las cárceles colombianas.
Una nota de cristal de: Gonzalo Osorio Toro Columnista RJ
Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción
Ningún Quindianita se acuerda del maromero Pérez, cada año en la plaza de toros, tratando de elevarse en su re re re usado globo, estrellándose contra las gradas después de horas de vanos intentos por inflarlo mejor. O soy muy viejo o me invento mil historias de otrora