Un país sin revolución

El intento de la oposición por reclamar lo irreclamable solo apela a una actitud ridícula ante lo que fue su salida del poder. No dejando claro su punto realmente a la hora de reclamar por el salchichón, y por masacres que llevan ocurriendo desde antes del posicionamiento de Gustavo Petro. La realidad es que
la búsqueda que lidera el mandatario por un acuerdo de paz (al punto de promover la imagen de Colombia como potencia de la vida) simboliza un entre tiempo en su histórico juego de “cuanto más podemos sacarle al trabajador promedio”. Juego que trataba de tapar una naturaleza elitista e infame.

Una doble moral opositora que por años invisibilizó estos problemas de tierras y líderes sociales, pero ahora lo utilizan cínicamente como un recurso para desprestigiar el gobierno de Petro, el cual lleva apenas 27 días. El intento de una oposición genuina, con argumentos y un poco de coherencia, parece ser algo que solo la izquierda colombiana pudo brindar en años anteriores.

Aunque claro está que no podemos hablar del siguiente periodo en la historia de Colombia como una “revolución”, pues esta Colombia, cansada a causa de la explotación y el ultraje, no posee realmente un momento histórico de revolución, y es aquí donde el camino de cuatro años que viene para Colombia, se deriva en dos opciones: La esperanza o el abismo. Teniendo ambas opciones, el “cambio” como una constante a causa del inevitable paso de la historia y las ideologías sedientas de poder. Pues se debe tener en claro que el presidente actúa como un gobernador que busca el cambio, más no la revolución, ya que la revolución trae consigo la destrucción y reestructuración de un sistema o pensamiento. Ante esto podemos entender las propuestas de Petro como acciones de cambio hacia lo que está establecido.

El caso del “Esmad” es el más evidente. Pues en un principio el mandatario prometió el desmonte de este mismo grupo, y en su lugar cambió la cúpula militar; un cambio necesario, pero que puede llegar a generar incertidumbre en las fuerzas armadas. Cambió el nombre y el uniforme (táctica que no sé a ustedes, pero a mí me suena a que alguien más intentó colarnos esa antes). Frente a esto se reafirma la intención única de cambio, y el nivel de acción limitada que posee Petro frente a sistemas previamente instaurados.

Es indignante que un país llegue al punto de solo “esperar a que lo que nos dijeron se cumpla” y no hayan sido solo palabras para llegar al poder, pues acciones como las que se tomaron con el “Esmad” y los sueldos de los congresistas dejan inconforme e inquietante a la gente que votó por un cambio. Pero, rectifico una vez más: Apenas lleva 27 días de gobierno.

También, es importante reconocer que, el paro citado para el 26 de septiembre de este año, no es más que una rabieta tapada con una pantalla de dolencia hacia un país que mientras no les cobrara impuestos altos era un hotel cinco estrellas, pero ahora usan cuanta propaganda barata se imaginen para bajar a Petro de su momento de gobierno. Es irónico que mientras la oposición y aquellos “pensantes” afines a sus ideas convoquen el apoyo del pueblo para detener la reforma del actual presidente, mientras que, en el estallido social de 2021, la respuesta de esta “gente de bien” ante el llamado de apoyo del pueblo fue con disparos y señalamientos. Claro, como antes, era a la clase media y baja, a la que planeaban afectar con la reforma anterior, pero ahora como planean imponer impuestos graduales a los que más ganan, entonces ahora si es necesario marchar.

Frente al teatro de cartón que montó la oposición, y las acciones recientes del actual presidente que generan atisbos de incertidumbre, no queda más que esperar el desarrollo de la reforma radicada, y analizar los cambios que esta traiga. También es importante comprender que Petro no es ningún mesías, y, por lo tanto, no puede chasquear los dedos y arreglar 20 años de una Colombia enajenada.

Una nota de cristal: Mateo Alejandro Galindo Bustamante

Revista Juventud, Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción.
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