El nacimiento de la violencia contra las mujeres | Marlene Restrepo – Revista Juventud

 



Este tipo de violencia ejercida en contra de las mujeres es el que más víctimas les aporta a las sociedades de todos los tiempos y espacios geográficos, sin que esto signifique una prioridad en el esquema de gobernabilidad en ninguna nación.


Es importante, en principio, preguntarse ¿qué es eso de ser mujer? Saber que, ante todo, es un constructo cultural, porque no es lo mismo ser mujer en Etiopía que en el Reino Unido, en la Guajira o en el Chocó, que en Estocolmo o en Washington. Francamente, un ser humano llega a la vida, dotado de unos órganos genitales, que orientan a sus padres sobre la manera en que ha de enseñarle a vestirse, a comportarse y a sentirse. Ese dimorfismo sexual es el que canaliza, en unas culturas, más que en otras, los roles respectivos y su lugar en el mundo. De esta manera, la familia y la sociedad son las que se hacen cargo de encasillarlo en unos roles bajo la etiqueta de hombre o de mujer y el individuo, sea que se identifique o no con esos rótulos o con esas tareas, tiene que responder a los requerimientos que le son planteados. La mayoría de parejas en occidente, cuando ocurre la gestación de su primer hijo, desearían que fuera de sexo masculino. El argumento, parece entendible; los hombres sufren menos que las mujeres, la vida para ellos es más sencilla, no hay que protegerlos tanto como a las niñas. Ellos no están tan expuestos a peligros como ellas, pueden realizar tareas rudas, que siempre serán mejor remuneradas que las de ellas. Y la razón de base; desde la crianza, el cuerpo de la mujer es cosificado, es visto como un instrumento de placer, que tiene la misión casi imposible de mantenerse joven, funcional y atractivo, no importa las condiciones en las que viva, para hacerse merecedor de un elogio y porqué no, de la apetencia de la mayoría de los hombres que las miran. Las niñas tienen que ser recatadas, respetuosas, delicadas, responsables con sus deberes. Y aunque ya los niveles de sometimiento en el hogar, hoy por hoy, se han suavizado, no faltan aquellas que tienen la obligación de hacer las veces de madres con sus hermanos menores, cuidar a los abuelos enfermos y ser amas de casa precoces, sin que nadie les pregunte si eso era lo que querían para sus vidas. Útiles, hermosas y comprometidas sin ninguna retribución monetaria, con todo deber en el enclaustramiento casero.   

                               

Mientras la cultura siga estigmatizando a las mujeres a los mismos avatares, en lugar de, apoyarlas para cultivar una noción sana de autoestima y libertad, el carrusel de la explotación, la subestimación y el consiguiente maltrato hacia ellas, se repetirá indefinidamente. Este tipo de mujeres, atrae, inconscientemente, a hombres explotadores, maltratadores y abusadores. Recuérdese, que la atracción entre hombres y mujeres, no es algo que suceda a nivel de la consciencia, pero es una lectura recíproca que hacen los sujetos interesados en construir una relación de pareja; cada quien busca la aceptación del otro, la complicidad y la completud en ese otro, haciendo caso omiso de alertas preocupantes en el comportamiento de esa persona. Y algo muy perjudicial, es que las mujeres atraen a un tipo de hombre muy similar al padre. La figura paterna, aunque sea disfuncional y a todas luces inadecuada como pareja, las mujeres tratan de acogerla, quizá, dentro de otras cosas, para darle continuidad a esa crianza enfermiza, que nunca se explicaron por qué fue ese su destino, pero que terminaron asumiéndolo y queriéndolo.


Hay que apartarse de ese modelo que exige de la mujer muchos roles simultáneos y a la vez en perfección. Esto también ha dado pie a que las mismas mujeres se subestimen entre ellas, se pisoteen, dado que, más que asimilar ese sentimiento de inferioridad frente a los hombres, lo han interiorizado como un dogma que les obliga a creer que las demás mujeres, solo por el hecho de ser mujeres, están sometidas a la minimización de su propia valía. Esto ha traído como consecuencia, que no haya solidaridad de género en la gran mayoría de culturas. Es así de simple, “soy mujer, por eso no valgo, ella es mujer, por eso no vale. Y es frecuente que, en las reuniones sociales, cada una quiere sobresalir opacando a las demás. Esto abre y cierra un círculo vicioso a todas luces nocivo, pues de esto se desprende que la sociedad no avance. La participación de las mujeres en todas las esferas de la sociedad, se ha visto amilanada por estos patrones nocivos. En todo el globo terráqueo hay más mujeres que hombres, pero ellos en porcentaje, poseen las mayores fortunas materiales, los mejores cargos en la política, en las organizaciones y el gobierno; ellas, mucha veces, tienen que pagar con favores sexuales un lugar en el ruedo laboral, porque son ellas quienes casi en su totalidad, tienen que hacerse cargo de la crianza de sus hijos, pues los señores, voluntariamente y sin mayores complicaciones, las abandonan a su suerte, lo mismo que a sus descendientes. 


Esto, de por sí, ya es un acto violento, y no solo contra las mujeres, sino contra toda la sociedad del presente y del futuro. Actualmente, los hijos, en un alto porcentaje, no tienen un referente paterno, se desvían de un camino recto que bien merecían seguir, dado el resentimiento de no haberse percibido amados ni aceptados, por parte del sujeto que los engendró; el aportante genético. Y, por otro lado, las mujeres, una vez se entregan a una relación de pareja, pierden la autonomía sobre sus decisiones, sobre su cuerpo, de tal suerte que, cuando quieren poner fin a esa cadena de atropellos que simboliza la relación sentimental, les cae encima todo el peso del autoritarismo masculino, llegando hasta el feminicidio.


A la testosterona y a los andrógenos, se les atribuye gran parte de la responsabilidad de los ataques que cometen los hombres contra las mujeres, conocidas o extrañas. Entonces, hay que educar a esas hormonas desde los primeros años de vida. La violencia se origina de manera sutil. Las primeras señales son las miradas, el lenguaje desaprobador, el tono de voz autoritario e intimidante y en adelante, todo acervo de conductas lesivas, progresivamente, hasta acabar con sus vidas. Es importante no pasar por alto las primeras señales, que se afianzan más en la convivencia, pero que se evidencian desde los primeros encuentros. El maltratador, alterna palabras dulces, promesas de color rosa, con miradas obscenas, exigencias que superan en todo el comportamiento respetuoso y considerado que debe rendirse hacia la mujer, y aún así, espera ser lo más importante en la vida de ella.


Ya que el maltrato hacia las mujeres ha sido aceptado por la gran mayoría de las mujeres, en aras de no estar solas, de contar con una ayuda económica, entre otros. Es fundamental, eliminar esa creencia a partir de la consciencia. Y ni hablar de las mujeres de avanzada edad que son abandonadas por el compañero sentimental de la juventud. En ese punto de la existencia, donde no es factible emplearse, cuentan con la mitad del patrimonio que labraron por años y la salud no es la más óptima para reconducirse por el escabroso terreno de la supervivencia en soledad. Esto es más común de lo que se piensa y se habla. ¿Cómo impedirlo?


Hay que romper paradigmas. Una mujer, antes que ser mujer es un ser humano con derechos constitucionales y nunca debe pensar que tiene que someterse a lo que no acepta o considera inadecuado para su vida, so pena de quedarse sola. No debe renunciar a su alto valor moral, a su amor propio, porque nada en esas condiciones, mejorará su calidad de vida. Tiene derecho a ser bonita para ella misma, o a no serlo.  Una relación con un hombre adinerado, sugiere una relación de desigualdad y entraña sometimiento. Se traduce en un trueque, dejando por fuera el sentimiento por excelencia que debería nutrir un romance. No le garantiza el amor, y sí la reduce a la esclavitud de complacerlo, hasta cuando él quiera, y el dinero sigue siendo suyo. Ser mujer es ser persona por sí y para sí misma, con entereza y, bajo ninguna circunstancia, con sentimientos de inferioridad ni dependencia emocional de nadie. Basta con dar el primer paso hacia su propia realización personal, con firmeza, confianza en sí misma y en adelante, verá que fue capaz.


Es preciso evocar la igualdad entre hombres y mujeres ante los Derechos Humanos, pues juntos, han sido convocados a la vida para acompañarse, apoyarse mutuamente y, si así lo deciden entre ambos, permitir la continuidad de la especie superior.


La solidaridad entre las mujeres de todas las culturas, etnias y estratos socioeconómicos, es primordial para reconocerse en medio de divergencias, pero en esencia, mujeres, con mucho en común. Ojalá que todas las mujeres del mundo entendieran que son seres tan capaces e importantes y con una gran misión en la vida. La belleza es secundaria, no sólo por lo efímera, sino porque esta no está en el objeto sino en la forma de mirarse, en los ojos de quien quiere ver.



“Cuando el amor raya con el miedo, la obsesión o la injusticia, es porque ha salido sin despedirse”. 




Una nota de cristal de: Marlene Restrepo Cuervo, Psicóloga, Universidad Nacional de Colombia. Estudios avanzados en psicología forense, Universidad de Buenos Aires, Argentina, Estudios complementarios en perfilación criminal y detección de mentiras.

Contacto: mrestrepoc@unal.edu.co


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11 thoughts on “El nacimiento de la violencia contra las mujeres | Marlene Restrepo – Revista Juventud

  1. Madre, ya lo leí! Ojalá todas las mujeres lo lean…
    Siempre nos enorgulleces! Te amo y le pido a Dios cada día que te permita más y más logros, y con ellos, la facultad de llegar a más vidas. 🥳

  2. Ojalá todas las mujeres tengan la oportunidad de leer este artículo, sobre todo aquellas que son madres para que hagan conciencia en sus hijos sobre el respeto y la igualdad de género.
    Esperamos la segunda parte! Más información es lo que necesitamos.

    Muchas gracias por compartir!

  3. Interesante artículo! La realidad de las mujeres del mundo. Temas poco hablados e interesantes.
    Gracias Marle por compartirlo.
    Esperamos el próximo.
    Desde barranquilla, Colombia.

  4. Extraordinario artículo. De excelente enfoque. En mucho supera a Florence Thomas y Simone de Beauvoir. Entroncando valiosos aportes de El Ser Femenino en la historia de la cultura.

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