Es la guerra, estúpido

El escritor norteamericano Mark Twain afirmó que la guerra es el fracaso del lenguaje. Tenía razón. Pero la guerra es también el fracaso de la imaginación, de la inteligencia, de la conciencia. La guerra es igualmente el fracaso de la cultura y también su destrucción. Puesto que, según la neurociencia, son los atributos anteriores precisamente aquellos que diferencian al ser humano de otras especies animales, se puede afirmar que la guerra es el fracaso de la humanidad. Es su mayor contrasentido.

La guerra es patrimonio exclusivo de los humanos, ya que todas las demás especies disponen de recursos instintivos para impedirla y que se conocen desde la etología como mecanismos de apaciguamiento: respuestas innatas e inhibitorias de la agresividad que les permiten frenar sus conductas destructoras cuando sus rivales están siendo vencidos; los humanos, no. Perdimos esa capacidad de respuesta instintiva y no construimos nada en su lugar que cumpliese la misma función. Nada demuestra mejor nuestro fracaso como especie que la guerra. Pero los grandes héroes de la historia suelen ser los grandes guerreros. Rara vez los pacifistas. El derecho internacional humanitario es un tímido intento por construir esos mecanismos regulatorios de las violencias excesivas e innecesarias que atentan contra la dignidad humana. Sus resultados son mas simbólicos que otra cosa. Poco se aplica. Peor es nada.

La brutal confrontación bélica entre Israel y el grupo armado palestino Hamás representa, no solo el fracaso de milenarios pueblos del cercano oriente por convivir con el otro diferente, sino, y ante todo, el fracaso de la comunidad internacional liderada por Estados Unidos y Europa. Pero no lo quieren entender sus gobiernos. Decía Enrich Hartmann que la guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian, se matan por las decisiones de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan. Tenía razón también. Esos viejos han acumulado poder, riqueza, privilegios, y una visión estrecha del mundo que les hace sentir poseedores de la verdad. Han acumulado poder, riqueza, privilegios y sectarismo, pero no han acumulado sabiduría, y en ello se diferencian de los viejos que gobiernan los pueblos naturales. En estos últimos pueblos, generalmente ágrafos, el viejo es sabio y es por esa sabiduría que gobierna. La sabiduría como condición para gobernar. pero el poder político y económico de la mayoría de países que conforman la comunidad internacional no está en manos de los más sabios. Está en manos de los más ambiciosos, de los más narcisistas; de los que imponen sus derechos sobre otros. La ambición fabrica guerras con excusas fáciles. Ha sido así por los siglos.

Las victimas mortales de las guerras se han contado por millones: las cruzadas de los siglos XI al XIII, dejaron unos  5 millones de muertos, las invasiones de los mongoles efectuadas entre el siglo XIII y el siglo XV causaron unos 50 millones de muertes, Las guerras napoleónicas, a comienzos del siglo XIX,  6 millones, las guerras del opio del siglo XIX, más de 40 millones, la guerra civil rusa, unos 15 a 20 millones, la primera guerra mundial unos 20 millones de muertos y la segunda guerra mundial, la más mortífera de todas, entre 60 y 80 millones de muertos. Y nada, ahí están para las estadísticas. Los pretextos han sido muchos: La verdad, la religión verdadera, el interés nacional, el honor, la dignidad, combatir el mal, defender la democracia, detener a satán. No han faltado excusas, y curiosamente, tal vez, ninguna verdadera. De ahí que Esquilo afirmase que en la guerra, la verdad es la primera víctima. Tenia razón. Pero las victimas de las guerras no han sido solo la verdad y las muertes directas que ellas causan: También las muertes indirectas por hambre, por insalubridad, epidemias, y pandemias, la confianza, la dignidad humana, la fe, el atraso, el subdesarrollo, el medio ambiente. En fin, como señalara Henry Miller, las guerras destruyen el espíritu humano. Nunca han vuelto a ser los mismos, quienes han sobrevivido a una guerra.

Y es que las guerras sacan lo peor del ser humano: las guerras despersonalizan y deshumanizan más que cualquier otro acontecimiento. Nos volvemos masa y los opositores se vuelven basura. Como lo han mostrado los estudios de Bandura y Opotow, es necesario desvincular moralmente al contrario, antes de matarlo físicamente. Matarlo moralmente, volverlo “desechable” para así matarlo físicamente sin remordimiento o culpa. La categorización social de la que hablase Turner, llevada al extremo. En la guerra, el exogrupo ya no es grupo humano, es escoria, y hago bien por tanto, librando a la humanidad de tal demonio. Por eso la guerra empieza en el lenguaje. El otro es la basura (cualquiera que sea el sinónimo que se le aplique).

Pero no aprendemos, y menos aprenden los gobernantes y los dueños del poder: Hay que “estar del lado correcto de la historia” y el lado correcto es la “guerra santa”; esta guerra, la nuestra. Porque siempre son santas nuestras guerras. La negociación es la alternativa inteligente y ética de la guerra, pero para negociar hay que desprenderse de las percepciones deformadas de las que habla Daniel Dana: Los tres espejismos. El espejismo de que no puede haber dos ganadores, el espejismo de que el otro es mala persona y el espejismo de que estamos ante un obstáculo insalvable. Las puertas de la negociación están ahí, abiertas, pero negociar es percibido como expresión de debilidad. Por eso no las vemos… es la guerra, estúpido.

Una nota de cristal de: Javier Murillo Muñoz. PhD. Docente universidad del valle, sede Palmira.

Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción

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5 thoughts on “Es la guerra, estúpido

  1. Las guerras son el resultado de una ambicion irracional de poder, dónde quienes mueren son los que menos conocen las causas reales de las batallas que luchan.

  2. Comentarios a una nota de cristal
    ¿Acaso somos tan estúpidos para no entender que es la guerra?

    Sale muy mal parada la guerra ante los denigrantes y descalificatorios comentarios que realiza el profesor Javier Murillo Muñoz. Y como es natural en este tipo de escritos su construcción es se realiza por la tradicional oposición retorica et Bonum et Malum, en donde la parte del Bonum estaría atribuida a situaciones que caracterizan una supuesta esencia humana universal e intemporal y que no sería otra cosa más que la acumulación de facultades como la imaginación, la inteligencia, la conciencia; y por si no fuera poco todo esto amparado por vía científica neuronal, la de la neurociencia. Es decir, señores, ya lo hemos confirmado (mediante la neurociencia), los hombres nos diferenciamos de los animales por nuestra capacidad psicológica de imaginar, por nuestra inteligencia y por nuestra conciencia; sabiendo quien sabe entre toda la humanidad que pueda llegar a significar esto.
    Sin embargo, raro seria atenernos a una afirmación, tan sentida y solemne por lo demás, como la de que “la guerra es el fracaso de la humanidad. Es su mayor contrasentido.”; cuando disponemos de las suficientes evidencias empíricas (aquí habría que escuchar también las voces científicas que se oponen a la elevada argumentación del profesor Murillo) para saber, positivamente, mediante una acumulación considerable de reliquias y relatos, que la guerra y los conflictos bélicos son una parte constitutiva de la esencia de nuestra especie, y no ya por un mero afán de realizar una invocación a Marte ni mucho menos, si no por el hecho de considerar que la guerra, inmersa también entre las demás excelencias culturales de los hombres, ha estado tan presente en la reflexión técnica de los hombres que su estructura lógica , el cuerpo de su génesis pervive constantemente en el desarrollo de eso que el profesor no se atrevería a denominar como humano.
    Naturalmente la categoría de lo humano es una categoría eminentemente filosófica dada su trascendentalidad. pero cuando menciono la palabra trascendental no me refiero en absoluto al cuerpo de una categoría tan sublime como lo pueda ser el discurso apologético por la paz de los pueblos y las naciones del mundo, no , para nada.
    El concepto de trascendental que esgrimo esta asociado al hecho de que una idea, en este caso la de lo humano, pueda estar presente en muchas formas categoriales del conocimiento, sean estas científicas o morales. Así, el concepto de lo humano, en tanto concepto trascendental, está referido a lo moral, a lo político, a lo ético, a la religión, a lo antropológico, a lo etológico, a lo biológico y un largo etc. Siendo así que cuando hablamos en abstracto de “la humanidad” cosa tan bella y sublime que si quieres la coges con tu propia mano, es una completa indecencia referirse desde parámetros tan vagos y confusos para intentar presentar inclusive el análisis más humilde de la realidad.
    Que se sigue de todo esto? Es evidente, una crítica a nuestra “humanidad”, somos vergonzantes puesto que históricamente hemos hecho los humanos la guerra una y otra vez sin parar jamás, igual que los adolescentes cuando prueban las mieles de la pasión. Los animales son superiores a nosotros puesto que no hacen la guerra. ¿Acaso se puede encontrar un discurso más pobre y lastimero?
    Menciona el profesor murillo los contundentes avances de la ciencia etológica:
    “todas las demás especies disponen de recursos instintivos para impedirla y que se conocen desde la etología como mecanismos de apaciguamiento: respuestas innatas e inhibitorias de la agresividad que les permiten frenar sus conductas destructoras cuando sus rivales están siendo vencidos”
    Reduciendo la pobre y estropeada guerra a un mero asunto de criaturas agresivas que afilan los dientes como perros pitbull cuando su entrenador los pone frente a otros canes igual de furibundos. Sin embargo, esta teoría de apaciguamiento no tendría mucho sentido cuando el apaciguamiento se da por ahorcamiento o estrangulación, caso este el que se presenta repetidamente en esa constante relación fallida entre cebras y leones, torcazas y gatos, ballenas orca y focas.

    ¿Y entonces, donde está el Malo?
    El profesor murillo lo encuentra en la imagen del multimillonario envejecido y gordo cuya ambición, junto con la de su grupo, está destruyendo nuestra más íntima “esencia humana”. Si destruimos (cosas que sería completamente reprochable desde el irenismo del profesor Murillo), o por lo menos pudiéramos convencer mediante la sana predica, a los viejos multimillonarios y malvados, de que su actuar destruye millones de vidas tanto en la actualidad como en el pretérito, así, de esta forma, existiría la posibilidad de salvar nuestra humanidad y de tan siquiera empezar a parecernos más a los animales, cuyos “mecanismos de apaciguamiento” deberíamos empezar a emular de manera sana y consciente.
    ¿Quien podría realizar tan noble y elevada tarea?
    El viejo pobre, sabiondo, harapiento y desplazado por las fauces del monstruo capitalista. ¿Porque razón es difícil que nos tome por sorpresa esta retórica? Será acaso porque la hemos escuchado una y otra vez a lo largo de los años.
    “En estos últimos pueblos, generalmente ágrafos, el viejo es sabio y es por esa sabiduría que gobierna. La sabiduría como condición para gobernar. pero el poder político y económico de la mayoría de países que conforman la comunidad internacional no está en manos de los más sabios. Está en manos de los más ambiciosos, de los más narcisistas; de los que imponen sus derechos sobre otros”
    Suponemos que no deberemos argumentar con mucha insistencia para defender los enormes beneficios que ha procurado la escritura a la degenerada humanidad. Sin embargo, nos gustaría saber cómo es que se puede gobernar mediante la sabiduría y no mediante la coacción positiva que ejercen las leyes (estén estss en los denominados “pueblos naturales”) sobre las personas que conforman una estructura social. Acaso la propia constitución del 91 no hacia consideraciones especiales (étnicas) para entender que en ciertas tribus indígenas se castigaba el hurto mediante la utilización de un catre invertido en el cual se colocaba al delincuente quien por efecto de la gravedad debía padecer el doblamiento contrario de sus rodillas y así expiar su acto reprobable.
    Este personaje, casi de película, el etnopersonaje que posee todos los secretos del mundo y que no ha querido compartirlos con el hombre “malo”, porque este se ha descarriado y ha olvidado la esencia de su ser; no deja de levantar sospecha por la complicidad con que se maneja y se desenvuelve, pues, si tiene las formulas, los arcanos de la esencia humana, ¿porque no los comparte para que el mundo y la humanidad estén mucho mejor? O si sabe que una parte de la humanidad está enferma por que no ejerce una sana consciencia y amputa o elimina la parte gangrenada, aunque ello le implique recurrir a los métodos de su antagonista luciferino

    Como resultará más que evidente distamos muchos de las posiciones filosóficas sobre el concepto de humanidad, que trabaja y desarrolla el profesor Murillo en su columna de opinión.
    Sin embargo, solo dejaremos enunciados unos cuantos asuntos que consideramos de relevancia para el tratamiento de cuestiones tan complejas y esenciales para una realidad, quizás una de las más humanas, como lo pueda ser la guerra; y ojo lector, no cualquier tipo de guerra, la guerra por antagonismo doctrinal religioso irreconciliable.

    1) Si bien la guerra destruye los cuerpos de los combatientes y en esencia es una realidad antiética no por ello habrá de oponerse a circunstancias morales y políticas
    2) la guerra, como fenómeno antropológico, no puede reducirse a consideraciones etológicas ni éticas. La guerra es un fenómeno inherentemente de orden político (que puede contener los anteriormente mencionados) y no puede ser desbordado por consideraciones éticas.
    3) La “conciencia” tal como la presenta el profesor Murillo, en tanto facultad inherente a la especie humana no pueden ser reducida a la conciencia ética. Siendo el campo fundamental de la guerra, el que habrá que tener en consideración primera, el de la conciencia política. Consciencia que, en el caso del conflicto palestino-israelí, está determinada por la consciencia religiosa particular de cada pueblo. Siendo caso extremo el desarrollado por manifestaciones como la yihad o guerra santa.
    4) Las llamadas “vías dialogadas” no suprimen los orígenes y las causas de los conflictos bélicos. Las realidades que determinan la existencia de los conflictos bélicos desbordan en mucho la supuesta capacidad del dialogo y el acuerdo para llegar a consensos que eviten confrontación de hecho. No hace falta sino observar el proceso de la propia nación colombiana para ver como los procesos de paz han debilitado la estructura del Estado colombiano hasta el punto de permanecer este en un estado de conflicto permanente y de polarización extrema.
    5) La vía de la paz generalmente es la vía de la dominación política, prueba simple y eficiente de ello son las palabras del ministro de defensa del actual gobierno de la república, Doctor Iván Velázquez Gómez, tras el asesinato de una mujer agente de policía en el departamento de Arauca en la primera parte del presente año: “fue altamente imprudente que la agente en cuestión se desplazara por una zona considerada de alto riesgo”

  3. Entiendo ambas posiciones del profesor Murillo y el sr. Roldán. La primera posición sería la ideal según el propósito de nuestro Creador pero la desobediencia y el engaño nos trajo donde nos encontramos, es claro que estamos en un mundo decadente y lejos de mejorar ésto se pondrá peor, como Cristiana y lectora de la Biblia, ésto es un conflicto entre el bien y el mal. Y las guerras a través de la Biblia son necesarias porque era necesario enfrentar pueblos bárbaros con costumbres terribles de ofrendar a sus propios hijos a sus ídolos como Moloc para ser quemados vivos y a son de tambores no escuchar los gritos de los bebés, Jesucristo nos enseña a colocar la otra mejilla pero también vemos a un Jesús enfurecido cuando vió que el templo fue escenario de negocios, no muy lejos hoy día con los mercaderes de la fé. Entonces a qué voy que es necesario las guerras cuando hay que detener la barbarie y la brutalidad para destruir un pueblo, etnia o nación. Dios les bendiga 🙏

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