Si el infierno existe, ojalá sea diez veces peor a como lo describió Dante Alighieri en su Divina comedia, o como lo describí en mi novela Un santo en el infierno. Allí deben estar desde el cura Gonzalo Javier Palacio, el apóstol con licencia para matar, pasando por los Generalísimos Francisco Franco, Augusto Pinochet y El flaco Videla, incluyendo algunos papas como Baldasarre, el papa pirata, y Juan XII, el papa fornicario, que copulaba encima de la tumba de San Pedro y fue asesinado a martillazos por un marido celoso. Deben estar infernando también unos cuantos curas como Fernando Karadima y Marcial Maciel, sin olvidar al cardenal Alfonso López Trujillo.
Me imagino la felicidad de los padres de Gonzalo Javier Palacio, cuando fue ordenado, pero ni sus padres, ni quien lo ordenó, se imaginaron al monstruo asesino que hacían sacerdote, el cura 007 con licencia para matar, conocido como el cura de las dos biblias, porque una de ellas era hueca en la cual guardaba un revolver obsequiado por el General Pardo Ariza; este cura sacaba a los feligreses de la iglesia La merced de Yarumal, secretos en confesión, para luego entregarlos al grupo paramilitar Los doce apóstoles, con los cuales se las pasaba emborrachándose en las cantinas del pueblo. Los campesinos confesados por El cura de las dos biblias, gracias a la información suministrada por este, eran amarrados a un jeep Willys y arrastrados por el pueblo hasta la muerte, como escarmiento para guerrilleros, homosexuales, drogadictos, prostitutas, habitantes de la calle y militantes de la UP.
A Gonzalo Javier Palacio, detenido por la fiscalía en 1995, acusado de masacres, y desaparición forzada, y de la creación del grupo paramilitar Los doce apóstoles, le dieron seminario por cárcel, y después de diez días, dejado en libertad gracias al aparato eclesiástico que desplegó todo su poder en Antioquia.
Las víctimas y los feligreses no pueden creer, que la iglesia hubiera amparado al cura asesino, este fue protegido en la parroquia San Joaquín en Laureles, donde era increpado por feligreses y familiares de víctimas, pero la iglesia nunca tuvo en cuenta el dolor de las víctimas, ni la desazón de la feligresía. El cura de las dos biblias, fundador del grupo paramilitar los doce apóstoles, murió en septiembre del 2020 a los 87 años de edad, en la paz y complicidad de su iglesia y en el dolor de sus víctimas. En su entierro, ignorando que iba derecho para el infierno, a acompañar a los peores criminales de la historia, la iglesia desplegó su parafernalia honrándolo como si fuera el mas puro y mejor de todos sus sacerdotes, y en su panegírico, Monseñor Mauricio Vélez García rezó “Su sacerdocio transcurrió impartiendo justicia, al servicio de la iglesia y le pido a Dios, que lo reciba en su santo reino”. Pregunto ¿Por qué la iglesia es incapaz de depurarse de los criminales, que en nombre de Dios ejercen el sacerdocio? ¿Interpretando al monseñor en su panegírico, será que el asesinato y la masacre hacen parte de la justicia de la iglesia?
Los jueces en Antioquia han declinado en detrimento de las víctimas y de la justicia, por miedo o por complicidad, en favor de los victimarios. Los miembros de la organización criminal Los doce apóstoles, con La misma licencia del agente inglés 007, han ido ascendiendo gracias a la debilidad de la justicia, al cielo de la impunidad; en el caso del cura asesino Gonzalo Javier Palacio, El apóstol del mal, pese al perdón y complicidad de la iglesia, ha descendido a la quinta paila del infierno, la cual espera a los apóstoles de Yarumal.
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