El grupo yihadista Estado Islámico (EI) volvió a demostrar su capacidad de causar estragos en el territorio sirio, al perpetrar un ataque sorpresa contra posiciones progubernamentales en el desierto de Resafa, al norte del país.
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una organización con sede en Londres que cuenta con una amplia red de informantes en Siria, el ataque se saldó con al menos 30 fallecidos entre las filas de las Fuerzas de Defensa Nacional, la milicia leal al régimen de Bashar al Asad, y el Ejército sirio.
Este hecho pone de manifiesto la amenaza para la estabilidad y la seguridad de Siria, a pesar de haber perdido la mayor parte del territorio que llegó a controlar en su momento de mayor expansión. El grupo terrorista sigue aprovechando las zonas desérticas y montañosas para lanzar ataques esporádicos contra sus enemigos.
El ataque también evidencia la fragilidad que hay en materia de discusión para reducir la violencia en el noroeste de Siria, pero que no ha logrado poner fin al conflicto que dura ya más de nueve años. Mientras las partes implicadas siguen negociando una solución política que parece lejana, continúa sembrando el terror y el sufrimiento entre la población civil y los combatientes.
Ante esta situación, es necesario encontrar medidas de diálogo efectivas, que ayuden a disipar la lucha contra el grupo yihadista Estado Islámico. Para ello, se requiere una mayor coordinación entre los actores regionales e internacionales, así como un compromiso firme con la protección de los derechos humanos y el respeto al derecho internacional humanitario. Solo así se podrá derrotar definitivamente al EI y avanzar hacia una paz duradera en Siria.
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