
Hoy queremos alzar la voz por quienes han sido silenciados por la indiferencia: las personas mayores que sufren abandono. Ese abandono que no siempre se ve, pero que duele y mata lentamente. Duele en la soledad de una llamada que no llega. Mata en el olvido de una comida no servida, una visita postergada o una cita médica cancelada.
En Colombia, al menos 400 adultos mayores son abandonados cada año, y muchos más viven en una soledad silenciosa. Uno de cada diez adultos mayores vive en condiciones de abandono, sin apoyo emocional, sin recursos, sin compañía.
Nos preguntamos con preocupación:
¿Cómo puede una sociedad que presume de amor, dejar a sus mayores dormir en la calle mientras adoptan mascotas que duermen en camas?
¿En qué momento se volvió normal que los abuelos coman solos, que enfermen sin que nadie los mire, que lloren sin que nadie los escuche?
La soledad no deseada es una epidemia silenciosa que afecta la salud mental, emocional y física de los adultos mayores. Genera depresión, deterioro cognitivo, enfermedades del corazón, y sobre todo, una pérdida del sentido de vivir.
María: “Muchas gracias. No ha sido fácil. Mi familia me abandonó, pero hoy tengo plantas, mascotas, y un coro inclusivo. Estoy aprendiendo a vocalizar. Me descubrieron una voz bonita para cantar. Estoy viva. Pero sola.”
Clarita: “Mi esposo y yo ya somos mayores. Si yo no llamo a mis hijas o nietos, no llaman. Me preocupa nuestra soledad. Él ya no es invitado ni siquiera a pescar, y fue un empresario exitoso. Ahora, solo nos tenemos el uno al otro.”
Historias como estas no deberían seguir repitiéndose.
Abandonar a un adulto mayor no solo es inhumano, es un delito. La Ley 1850 de 2017 castiga con cárcel de 4 a 8 años a quienes descuiden o maltraten a sus padres o personas mayores bajo su responsabilidad. Pero más allá de la ley, está la responsabilidad moral de una sociedad que olvida que la vida se honra de principio a fin.
Hoy exigimos y proponemos:
Fortalecer programas de cuidado y acompañamiento comunitario.
Sensibilizar desde la escuela sobre el valor de la vejez.
Crear entornos inclusivos donde la edad no sea sinónimo de soledad.
Que el Estado cumpla su función como garante de derechos, especialmente para quienes ya cumplieron con su vida laboral, familiar y social.
Y a las familias:
No se trata de tener tiempo, se trata de tener prioridades. Nuestros mayores no necesitan regalos, necesitan presencia, afecto y respeto.
No permitamos que quienes nos cuidaron, nos educaron, nos dieron todo, terminen solos. Porque lo justo no es devolverles lo mismo, sino mucho más.
Esta problemática es urgente y nos interpela a todos. Porque el abandono no siempre es evidente. A veces se esconde en una llamada que no llega, en una visita postergada, en un “mañana voy” que nunca se cumple.
Los adultos mayores no necesitan lástima, necesitan presencia, compañía y respeto. Su valor no desaparece con los años. Su historia, su experiencia y su amor siguen siendo necesarios.
La familia, la comunidad, el Estado y la sociedad en general tenemos la obligación ética y moral de proteger, acompañar y dignificar el proceso de envejecimiento. No se trata de hacer favores, se trata de hacer justicia.
Con respeto, amor y firmeza,
Una nota de cristal de: Diego Fernando Pascuaza Martínez, Estudiante de Trabajo Social y Derecho Uniclaretiana.
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Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción