Frente a una coyuntura en la que peligra la articulación de la educación superior, con las leyes que rigen su financiamiento, autonomía, cupos y cumplimiento de derechos para el estudiantado, los administrativos, y los actores sindicales. Permea una decadente voluntad política, que se hace más visible en el marco de la propuesta hecha por el gobierno actual para reformar de la ley 30 de 1992. Ante la propuesta de reforma se presentó una inconformidad con diversos puntos que no recogen al estudiantado de forma financiera, democrática, dignificante educativamente, y mucho menos refuerzan la relación entre las Instituciones de Educación Superior (IES), y las condiciones sociales del estudiantado y de los trabajadores y trabajadoras.
Frente a este dilema se da el Encuentro Nacional de Estudiantes de Educación Superior (ENEES) con la intención de defender a la educación y promoverla como el bien de interés cultural que permite el desarrollo social, y la movilidad individual a la luz de poner al servicio de la sociedad los conocimientos que brinda una educación superior. Con las voces de estudiantes de más de 32 universidades, se buscó la formulación de unos acuerdos que acogieran a la comunidad universitaria y se concibiera la construcción de una educación más incluyente, y de mejor calidad.
El evento -principalmente organizado por estudiantes- presentó complicaciones de logística, retrasos en varios espacios de discusión, y una falta de propuestas que reflejaran una postura clara por parte de múltiples instituciones que atendieron el encuentro, ya que esto fue un causante de que se generaran discusiones que solo dilataban los espacios. Sin embargo, rescato de este encuentro la reafirmación de una identidad estudiantil que se evocó y se mantuvo presente en el encuentro. Aquella reafirmación producto de una sucesión de voluntades que se encontraron en las arengas, en los debates, en los panelistas, en el trasnocho, pero sobre todo en las ideas.
Como alguien que atendió dicho encuentro, uno de los temas que quiero mencionar y que se presentó en múltiples ocasiones, es la desmercantilización de las universidades públicas para su autofinanciación, a través de la venta de servicios -asunto que es responsabilidad del gobierno- ya que esta medida solo deja ver lo desprovistas que están las Instituciones de Educación Superior en cuanto a financiamiento. Esto no solo representa un problema para las instituciones, ya que están a merced de la “la buena voluntad” de inversionistas externos. Sino que también pone sobre la mesa los derechos de los estudiantes como moneda de cambio. No es sorpresa que en el marco de unas políticas neoliberales y capitalistas, no haya nada más propicio para el inversionista extranjero que el negociar con los derechos del estudiantado, secuestrando la autonomía universitaria. La cual es el pie de apoyo para una actuación activa, vinculante y decisoria.
La identidad universitaria prima en estos espacios multisectoriales que buscan reformar la educación superior. Para esto es necesaria la voluntad política por parte de los estudiantes, los profesores, y el movimiento sindical. Puesto que el asesinato de la voluntad política que se percibe actualmente -especialmente en las últimas generaciones- está ultrajando internamente los derechos en diferentes aspectos de la educación superior. Este padecimiento generacional no cesará inmediatamente, sino en espacios como el ENEES, donde es posible la construcción social a través del accionar político, buscando disipar la indiferencia, ese tipo de violencia -que si bien parte de unos supuestos deterministas sobre lo político- está sujeta al cambio a través de la pedagogía.
Miles de ideas dormidas bajo la crudeza de la realidad social son las que hoy acontecen a los estudiantes quienes buscan en los espacios políticos una reivindicación de la educación superior.
Una Nota de Cristal de: Mateo Galindo, estudiante de Administración de Empresas, Universidad del Valle.
Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción
