La política como vocación: entre la integridad y la conveniencia

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La política como vocación: entre la integridad y la conveniencia

La política, un espacio que alguna vez representó la voz de la esperanza y el cambio, ha experimentado una transformación marcada por la desilusión y la traición de los ideales fundamentales. En una época en la que los políticos deberían ser guardianes de las esperanzas y sueños de las comunidades que representan, algunos han sucumbido ante las tentaciones del poder y los intereses personales, dejando atrás los valores que prometieron defender.

El hecho de traicionar los ideales es más que una simple desviación de la ruta trazada. Es un acto que erosiona la confianza en el sistema político y desanima a quienes aún creen en el potencial de la política para generar un cambio significativo. Es la elección de las ganancias a corto plazo en lugar de las promesas a largo plazo; es el cambio de la integridad por la conveniencia. La traición a los ideales no solo perjudica la integridad del individuo, sino también la fe en la política como vehículo para la transformación positiva.

En un mundo donde la polarización y la discordia son moneda corriente, aferrarse a los ideales puede ser una tarea titánica. La presión de los medios, las tácticas de los partidos y las opiniones populares a menudo intentan doblegar a los políticos hacia una posición menos comprometida con sus valores. Sin embargo, es en esos momentos de crisis de identidad política donde los verdaderos líderes emergen. La conciencia se convierte en la brújula que no solo guía, sino que también fortalece a los políticos a medida que navegan por las turbulentas aguas de la política.

Es fundamental recordar que la política no es solo una cuestión de tácticas y estrategias, sino también de la voluntad de mantenerse fiel a un conjunto de creencias que representan el núcleo mismo de lo que uno es. En lugar de adoptar una postura oportunista para ganar elecciones, los líderes deben luchar por lo que creen que es correcto. Los ideales no son solo palabras en un discurso; son una guía constante que debe reflejarse en cada acción y cada decisión tomada.

La apatía y la resignación han llevado a muchos a conformarse con líderes que son “menos malos” en lugar de buscar a aquellos que personifican la visión de un futuro mejor. La política no debería ser una elección entre lo malo y lo peor; debe ser una búsqueda activa de aquellos que encarnan los valores y las aspiraciones de la sociedad.

La traición a los ideales puede ser la elección fácil en el corto plazo, pero el precio a pagar es la pérdida de la integridad, la confianza y la esperanza en un futuro mejor. Los ciudadanos merecen líderes que sean ejemplos de autenticidad y dedicación, que inspiren confianza y que mantengan viva la llama de la transformación. En lugar de traicionar los ideales, es hora de traicionar las elecciones que no los representan.

Pero la responsabilidad no recae solo en los políticos. Los ciudadanos también juegan un papel fundamental en la creación de un sistema político más justo y efectivo. El acto de votar no debe ser una tarea superficial o impulsiva. En lugar de ceder ante la apatía o la resignación, los ciudadanos deben considerar cuidadosamente las plataformas, los valores y las trayectorias de los candidatos. La votación consciente es un acto de empoderamiento que puede influir en la dirección de un país y en la calidad de su liderazgo.

El acto de votar conscientemente implica mirar más allá de las promesas vacías y analizar las acciones y el carácter de los candidatos. No se trata solo de elegir al “menos malo”, sino de respaldar a aquellos que personifican los ideales y valores que uno valora. La votación consciente es un voto por el progreso, la integridad y la visión de un futuro mejor.

Una nota de cristal de: Alejandro Nieto Loaiza

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