MALDITOS PENES SAGRADOS – Gonzalo Osorio Toro | Revista Juventud


El más ensordecedor de todos los gritos, es el grito del silencio, del silencio de los abusados que guardan su dolor durante décadas, y lo esconden en el alcohol, las drogas, y en el suicidio. 


Los abusados son zombis incapaces de hacer el amor, incapaces de orgasmarse, simplemente tienen una relación biológica tan placentera como defecar. La relación sexual del violado, es una relación traumática marcada por la figura del violador, es un simple ejercicio eyaculador. 


El abusado con raras excepciones, décadas después sale de su dolor y libera el grito, y en medio del vómito y del más puro de los llantos, le cuenta al ser que más quiere, el infierno en que vive. Mientras el abusado carga una tonelada de alambre de púa sobre sus hombros, y la figura del violador flota como los Aquelarres de Goya cruzándosele en cada esquina, y durmiendo bajo sus cobijas. 


El violador vive a plenitud su vida, y preparando otra celada, funge en alguna parte del sacro universo, como el rector de la moral, pontificando sobre lo divino y lo humano. El violador, en su vida ha condenado a muerte a cientos de niños, una muerte lenta y prolongada durante décadas, en medio del infierno de la culpa. Los violados confiesan estar muertos. La culpabilidad es múltiple y compartida. 


Vivimos una sociedad, hipócrita, que señala con el dedo al violador, pero incapaz de señalarse a sí misma, una sociedad que rechaza la verdad, y confunde educación con enseñanza. Una sociedad que niega la educación y le da más importancia al tabú, una sociedad que habla de valores y premia el sexismo, y condena al cuarto de la oscuridad cualquier expresión sexual que se salga de la falsa normalidad, una sociedad que teme hablar de sexualidad, de frente y a la luz, y descarga su responsabilidad en los profesores y los curas. 


Que van a saber de sexo los curas, si se les impide la humana relación con las mujeres, y son condenados a la masturbación y a la homosexualidad. La iglesia, gracias a su imbecibilidad tiene el mayor porcentaje de la violación. Cuando es la llamada a ser la escudera de los niños, está convertida en la depredadora de los mismos, una iglesia que por el temor al escándalo y al señalamiento, oculta el pecado y protege al violador. 


Los suicidados son muchos, y los muertos vivientes gracias a la violación son miles. También son miles los curas violadores, cuyo único castigo es el traslado de una iglesia a otra, o los obispos ascendidos a cardenales y trasladados a Roma. Lo peor, por si hay algo peor es la comunidad que cierra filas en torno a la iglesia. Cuando resulta un valiente acusador, hacen cordones humanos evitando que pasen los padres del abusado, y los amenazan, los estigmatizan, y estos terminan abandonando su comunidad. 


Los violadores como águilas detectan su presa y se lanzan sobre ella, con la permisividad de su investidura convierten sus penes en báculos sagrados. Sus grandes sotanas en los altares, ocultan sus falos erectos como espadas, por la simple vista de un niño en primera fila. 


La posición de la iglesia de permisividad cero, es falsa, el papa Francisco no tiene el poder para combatir la milenaria cultura vaticana de la pederastia. El señor Ed Gavagan abusado por un cura en New York le escribió al papa Francisco, el 20 de agosto del 2021 y la respuesta fue patética, “Lo siento mucho, y por favor ore por mí”. Pete Sanders fue designado por el papa Francisco en la comisión contra la pederastia, pero fue expulsado por sus miembros, simplemente por exigir el funcionamiento de la misma, en Colombia el arzobispo Ricardo Tobón es el protector a ultranza de los curas violadores, y en la diócesis del Espinal le hicieron una fiesta de cumpleaños a un sacerdote pederasta que paga cárcel en la casa episcopal. 


Si por la iglesia fuera, le daría a los pederastas, jardines infantiles por cárcel. Si no fuera por algunas ONG dedicadas a visibilizar la pederastia en la iglesia, y a algunos valientes periodistas, como Juan Pablo Barrientos en Colombia, Martín Barón y Sacha Feiffer en Estados Unidos, o personas como el activista y siquiatra infantil Miguel Ángel Hurtado en España, y muchos otros en el mundo, la pederastia en la iglesia viviría en el reino del silencio, y en el imperio de la impunidad, mientras los niños siguen acechados por la salacidad de las sotanas.


Nunca debiéramos olvidar la pancarta exhibida ante el obispo de Astorga por Emiliano Álvarez abusado en San José de la Bañeza, “Fuimos destruidos. ¡No al abuso sexual! Detenerlo es tarea de todos… tú lo olvidarás mañana., yo lo recordaré toda la vida” 


Si existe infierno, este es la vida del violado, y los diablos son los violadores, y muchos templos son antros del abuso y la violación, y si existe Dios, se la pasa durmiendo mientras los violadores en medio de la sacra impunidad, destruyen vidas de niños y los condenan al infierno en la tierra.


Hay muchos sacerdotes buenos que sufren por la conducta de sus colegas violadores, para ellos no es este escrito, y aunque no crea en la iglesia, los respeto y les pido su comprensión.


Una nota de cristal de: Gonzalo Osorio Toro.



 








Somos Revista Juventud
Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción

Revista Juventud, Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción.
Compartir:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Discover more from Revista Juventud

Subscribe now to keep reading and get access to the full archive.

Continue reading