Santa Marta y el regreso del multilateralismo como esperanza

Julián Gallo, Senador de la República (Partido Comunes)
Julián Gallo, Senador de la República (Partido Comunes)

En tiempos de guerras prolongadas y discursos de odio, no deja de ser esperanzador que 59 países se hayan reunido en Santa Marta para hablar de cooperación, soberanía y vida. La IV Cumbre CELAC–Unión Europea dejó mucho más que una declaración de 52 puntos: dejó la certeza de que aún existen espacios donde el diálogo puede más que la fuerza.

No es casual que el documento aprobado —la llamada Declaración de Santa Marta— insista en un alto al fuego inmediato en Gaza y en el acceso sin trabas de ayuda humanitaria. Es un gesto político y ético frente a la indiferencia global. América Latina, que ha sufrido las consecuencias de la guerra y la intervención, no podía callar ante la devastación de un pueblo al que hoy se le niega incluso el derecho a sobrevivir.

Hablar de Gaza desde nuestra región es también hablar de nosotros mismos: de la defensa del derecho internacional, de la soberanía y de la vida. Es recordar que la paz no se decreta; se construye, se cuida y se sostiene desde la justicia.

Pero la Declaración va más allá del conflicto. Levanta la voz por Cuba, exigiendo el fin de un embargo que hace décadas vulnera los derechos de su pueblo. Propone reformar el Consejo de Seguridad de la ONU, para que el mundo deje de ser administrado por unos pocos. Plantea fortalecer la cooperación en inteligencia artificial, lucha contra el narcotráfico, seguridad alimentaria y transición energética justa. En suma, traza una agenda de futuro donde la política vuelve a tener contenido humano.

Colombia, como país anfitrión y presidencia pro témpore de la CELAC, asumió un papel protagónico. El presidente Gustavo Petro no se limitó a gestionar una cumbre; propuso una visión. “Ningún país puede resolver por sí solo la crisis climática ni la pobreza”, dijo. Y tenía razón. Su apuesta por un multilateralismo para la vida contrasta con los viejos modelos de dominación que aún pesan sobre las relaciones internacionales.

El encuentro en Santa Marta tuvo además un valor simbólico profundo: hace quinientos años, fue el primer punto de contacto entre América y Europa; hoy, ese mismo lugar se convierte en territorio de reconciliación, donde los continentes se encuentran no para conquistar, sino para cooperar.

En medio de la fragmentación global, la Declaración CELAC–UE representa una rareza luminosa: una muestra de que el mundo puede detenerse un instante a hablar en común. No se trata solo de diplomacia, sino de humanidad. De recordar que la política tiene sentido cuando su centro no es el poder, sino la vida.

Santa Marta nos dejó ese mensaje: que la historia todavía puede escribirse desde la esperanza, y que América Latina —con su voz diversa, crítica y solidaria— aún tiene mucho que decirle al mundo.

Una nota de cristal de: Julián Gallo, Senador de la República (Partido Comunes)

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