Teoría del conocimiento empirista

La esencia del conocimiento radica en el dualismo entre sujeto y fenómeno, pues en el proceso cognoscitivo de la realidad, el ser humano sale de su esfera y se adentra a la del objeto con el fin de aprender sus particularidades. Por lo tanto, el escudriñamiento que orquesta el sujeto ante el objeto se antepone a su propia interpretación. Sin embargo, bastaría plantearse: ¿De qué depende la validez lógica del conocimiento?

Ante esto, la filosofía ha engendrado múltiples corrientes epistemológicas, entre ellas se destaca tanto el racionalismo como empirismo, ambas han demostrado la posibilidad de separar la razón de la sensibilidad objetiva o jerarquizarse. Por un lado, el racionalismo, postula la idea según la cual la validez del conocimiento depende exclusivamente del acto de pensar. Su contraparte, el empirismo radical; asevera que la validez del saber debe ser mensurable, partir intrínsecamente de la experiencia sensorial. Dicho esto, el objeto de interés del presente texto será la formulación del saber a partir de la percepción sensorial, pues se sustentará que a través del empirismo se obtiene y determina la validez lógica del conocimiento.

El empirismo sostiene la ideología donde todo conocimiento parte de la percepción sensorial. Por ejemplo, ¿Cómo sería posible formular la idea común de mesa sin antes haber percibido una? No sucedería acertadamente tal concepción, puesto que la razón aislada de la experiencia sensible no puede ser fundamento de nada “Solo cuando el entendimiento tiene un repertorio de ideas (simples y complejas), habiéndose superado la situación inicial de ser un “papel en blanco”, puede dar comienzo la tarea de conocer” (Locke, 1992, p. 43)

Mencionado lo anterior, desde el empirismo, la mente del ser humano es semejante a una Tabula rasa, en la génesis de la existencia del ser no existe el conocimiento a priori, pues de aceptar el innatismo, traería consigo la idea donde las praxis sean universales, es decir, generalizar ciertas formas de actuar y pensar de los hombres, independientemente de su capacidad o edad cognitiva. Descartes (1637) concebía a la figura de Dios de la siguiente manera: “No la he percibido por los sentidos y nunca se ha presentado a mi inopinadamente (…) No queda más que decir, sino que esta idea ha nacido y ha sido producida conmigo, al ser yo creado (pág. 134). Es decir, todo ser humano nace con la idea innata y potencial de Dios, la cual influye en la moralidad y el conocimiento. No obstante, existen poblaciones que descartan, relativizan o pluralizan la existencia del presente ser, sin olvidar que tanto el saber cómo la moral son ideas subjetivas que se construyen dependiendo el tiempo y espacio en que se desarrollan. 

Ahora bien, sabiendo que el empirista desecha a las ideas innatas, pues el ser humano no nace con una idea del mundo; la engendra a través de su actividad humana y por esta misma razón se concibe al sujeto como una Tabula rasa. A su misma vez, es necesario resaltar el proceso de conocimiento donde el objeto fáctico, una vez percibido, pasa a ser idílico al trascender a la conciencia del ser humano, ante la presente epojé David Hume (1730) postula lo siguiente: “las ideas complejas, que son los objetos comunes de nuestros pensamientos y razonamientos y que surgen generalmente de algún principio de unión entre nuestras ideas simples” (pág. 28).

El acto de pensar ocasiona la deconstrucción del objeto, provocando que de una impresión surja el florecimiento de un saber trascendental o idea compleja. Por ejemplo, pensemos en la idea de Dios y qué atribuciones comúnmente dispone: es un ser amoroso, armónico, respetuoso, benevolente, poderoso, etc. Sin embargo, son caracteres humanísticos, las presentes atribuciones no parten de la percepción de dicho ser, sino que es la composición de elementos derivados de impresiones que han sido percibidas entre los mismos seres humanos. Otro ejemplo, sería la idea de ángel, es un ser humano alado. No obstante, está compuesta por dos percepciones/impresiones distintas que no están unidas en la realidad objetiva, pero en la mente del hombre ambas han sido conectadas. 

En síntesis, la mente del ser humano es una tabula rasa que dispone de la necesidad de rellenarse a través de su experiencia sensorial. Desde el empirismo, la razón ha engendrado ideas puras, un conocimiento, pero a partir de la mensurabilidad. La racionalización sin una asociación sensitiva suscita ideas o conceptos erróneos capaces de albergar múltiples elementos cuya validez lógica se fundamenta en la idealización y abstracción, más no en lo comprobable.

Una nota de cristal de: Juan David López Gasca

Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción.

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