Un paso prometido

Con la posesión del
presidente Gustavo Petro llegaron los inicios de lo que prometió en campaña. La
reforma tributaria presentada por el mandatario muestra el interés y la
intención colectiva de darle relevancia a una labor invisibilizada como lo es
la agricultura. La adición de impuestos a los alimentos ultraprocesados y
bebidas azucaradas son un golpe a la normalización de las familias con una
capacidad adquisitiva limitada; rozando la escasez, que consumen químicos para
apaciguar una necesidad, y a los dueños de las industrias que se encargan de
producir estos alimentos y bebidas.

Frente a la
normalización del poder que se lleva ejerciendo sobre el pueblo colombiano a
través del juego de la necesidad; hasta el punto de ser una prioridad el
comprar unas bebidas en polvo antes que frutas. La reforma tributaria baja el
telón de una Colombia que se ha convencido de ser algo que no es y le ha dado
la espalda a los agricultores. Anteriormente Pastrana con el petróleo,
ignorando el valor de materias primas, y ahora los lamebotas de los oligarcas
dueños de las industrias a quienes les conviene que usted y yo bebamos lo que
salga de un envase o una bolsita sin hacer tantas preguntas. Pues esta reforma
tiene entre muchas intenciones importantes, la de reconocer, y darle un valor a
la agricultura colombiana. Un paso prometido por la Colombia humana.

La propuesta
mencionada por la ministra de salud, Carolina Corcho, es solo una parte de esta
reforma, pues otro impuesto a destacar es el impuesto para los plásticos de un solo
uso y el aumento al impuesto del carbono, que demuestra el compromiso de este
nuevo gobierno por una transición a las energías renovables de una forma
segura.

Pese al ataque de
la irracional oposición; que confunde espadas con catanas y quieren una Colombia
diabética, no hay más que sentir decepción y una ligera lástima, pues sus
intentos de condenar esta reforma no son más que alaridos producto de un recelo
hacia el poder que alguna vez fue suyo. Aunque, no podemos decir lo mismo del
inepto que alguna vez apoyaron. El cual vio el poder desde la ventana hasta el último segundo de su mandato, mientras incumplían con su última orden como
presidente, de llevar la espada de bolívar.

Gustavo Petro declaró
que el poder es una droga que deforma la realidad, pero en mi opinión, la
deformación de la realidad solo ha ocurrido con mandatarios que solo tenían
poder adquisitivo, y político, más no un poder popular genuino como lo tiene el
actual presidente. Un poder que trasciende la forma de una espada y se
encuentra en la idea que esta representa, en la idea que llevaba María José
Pizarro en su traje, el día de la posesión. Y si ha de ocurrir el caso en el
que el presidente Petro llegase a falsear en su mandato, desde revista JUVENTUD
se le criticará, y se le recordará la voluntad del pueblo que lo escogió.

Por: Mateo Alejandro Galindo Bustamante


Revista Juventud, Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción.
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