
El conocimiento no puede seguir siendo un privilegio de unos pocos. Si de verdad queremos avanzar en nuestra sociedad, debemos garantizar el acceso a la educación superior para todas y todos. Y eso empieza por reconocer y eliminar las desigualdades estructurales que aún existen en ciudades como Cali, donde amplios sectores de la población, especialmente en el oriente siguen esperando una oportunidad real para estudiar.
La necesidad de una Universidad del Oriente de Cali no es nueva, ni es una ocurrencia, tampoco es una idea que surge aquí. Es una exigencia que se expresó con fuerza durante el estallido social de 2021, cuando miles de jóvenes salieron a las calles entre otras cosas, a gritar que la educación debe ser un derecho y no un privilegio.
Las cifras hablan por sí solas. En 2023, la tasa de tránsito inmediato a la educación superior a nivel nacional fue del 43,06 %. En Cali, esa cifra baja al 38 %. Pero en el oriente de la ciudad donde se ubican comunas históricamente excluidas como la 7, 8, 11, 12, 13, 14, 15, 16 y 21 las estimaciones no oficiales sugieren que el tránsito puede caer hasta el 25 % o menos, debido a factores como el desempleo juvenil, la baja cobertura educativa, la deserción en media y la nula oferta pública de educación superior en esta zona.
Esto es una brecha social y territorial que reproduce la exclusión. Mientras no existan instituciones públicas de educación superior en el oriente de Cali, miles de jóvenes, hombres y mujeres seguirán viendo truncados sus proyectos de vida.
En 2022, durante la discusión del Plan Nacional de Desarrollo (PND) y el Plan Plurianual de Inversiones (PPI), logramos incluir el proyecto de la Universidad del Oriente como estratégico para Cali y la región. Sin embargo, la actual administración distrital no lo incorporó en el Plan de Desarrollo Local de 2023. En su lugar, propuso un “estudio técnico para un multicampus”, una medida insuficiente y que, a todas luces, diluye el carácter transformador que debe tener una universidad pública para el oriente.
Una universidad en esta zona no solo sería un acto de justicia territorial. Sería también una medida efectiva para aumentar la cobertura educativa, reducir las barreras de acceso y cerrar la brecha social entre el norte y el sur, entre el centro y la periferia.
Además, tendría un impacto directo sobre la juventud caleña: permitiría construir proyectos de vida, reducir el desempleo estructural y generar desarrollo económico y cultural desde el territorio, no desde la centralidad.
Hablar de una universidad en el oriente es hablar de paz territorial, de justicia social y de una ciudad más equitativa. Es entender que sin acceso a la educación superior no hay movilidad social, y que sin oportunidades reales, no hay democracia plena.
Desde el Congreso y junto a las comunidades, seguiremos insistiendo: una Universidad Pública del Oriente es necesaria, viable y urgente. No se trata solo de levantar edificios, sino de construir futuro, esperanza y dignidad para una de las zonas más golpeadas de nuestra ciudad.
Una nota de cristal del: Luis Alberto Albán, Representante a la Cámara por el Valle del Cauca – Partido Comunes
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Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción