Wittgenstein y la filosofía del lenguaje

¿Podría decirse que el pensamiento de Ludwig Wittgenstein (1889-1951) tiene dos momentos filosóficos? O como suele decirse, ¿hay dos Wittgenstein? Lo cierto es que Wittgenstein en el Tractatus lógico-philosophicus (1922) se centra en la incomprensión lógica de nuestro lenguaje y en las Investigaciones filosóficas (1953) se plantea múltiples reflexiones sobre la forma en que hacemos uso de él.

Juegos del lenguaje

Al inicio de sus Investigaciones filosóficas, Wittgenstein cita a San Agustín para enfatizar sobre la esencia del lenguaje humano. De ahí que refiera, a partir de la cita, que “las palabras del lenguaje nombran objetos” (17). Es decir, que cada palabra contiene un significado, comporta una denominación. En esa alusión están las bases del aprendizaje del lenguaje. Este aprendizaje consiste en señalar el objeto que se quiere nombrar para facilitar el ejercicio y el entendimiento de dicha instrucción. Esto es que, con el sonido (la palabra) que se pronuncia, una persona puede llamar “aquella cosa cuando pretende llamarla” (17). Teniendo en cuenta esto, surge el primer planteamiento acerca de los juegos del lenguaje.

            Wittgenstein pone el ejemplo de un tendero al que se le ha enviado un papel. En el papel anida una oración: “cinco manzanas rojas”. Luego el tendero codifica el mensaje, dado que tiene previo conocimiento número y pictórico. Por tanto, responde al pedido y entrega las cinco manzanas rojas. Aquí vemos que la oración “cinco manzanas rojas” denota un número determinado de estas frutas, con un singular color. El anterior ejemplo nos remite a la relación que coexiste entre la palabra que nombra y el objeto nombrado. Pero no se profundiza sobre el significado de dichos objetos y su relación con el lenguaje: ¿el “rojo” es entonces una propiedad que poseen algunas cosas?, ¿por qué el “rojo” es una propiedad que algunas cosas poseen y otras no? La pregunta también cabría para la palabra “cinco” y su proporción o significado.

            Sin embargo, este es un primer atisbo para introducir las formas en que es utilizado el lenguaje. Por eso Wittgenstein afirma que en este aprendizaje del que habla San Agustín reside una imagen primitiva del modo y la manera en que funciona el lenguaje. Aunque el sentido del lenguaje no se agota enteramente, pues también es menester vislumbrar los usos del lenguaje, los juegos implícitos allí, y ver claramente la finalidad y el funcionamiento de las palabras.

Herramientas

El lenguaje como herramienta se establece a partir de los usos de las palabras. Según el filósofo austríaco, existen varios juegos del lenguaje: me puedo servir de él para nombrar, para comunicarme, para preguntar, describir, elogiar, dar órdenes, persuadir, y así sucesivamente, ad infinitum. El fondo del asunto recae, por consiguiente, sobre el modo en que utilizo una palabra para cierta finalidad. Entonces la palabra se configura como una herramienta, porque me sirve para un determinado fin. Por ende, el lenguaje se constituye como un medio propicio de utilidad, de acuerdo con los intereses que me muevan para ejercer su uso.

Objeciones

En el uso del lenguaje como denominación se observa que, al señalar el objeto y nombrarlo, se intenta llegar al significado de dicho objeto. Nos dicen, verbi gratia: “Esto es una mesa”, y a la vez nos señalan ese objeto. Con esta acción nos quieren explicar qué es la mesa y al mismo tiempo esclarecer el sentido o la esencia misma de la mesa. Pero no es así. En el ejemplo anterior sólo se han remitido a señalarnos un objeto y el significado de ese objeto se ha escapado en la acción de la denominación. Surge, entonces, la pregunta por el significado: ¿qué es en realidad una mesa?

            De ahí que los únicos tipos de explicación en filosofía, según Wittgenstein, sean explicaciones por descripción: descripción del uso de las palabras. De manera que esta labor la emprende el filósofo austríaco describiendo los juegos del lenguaje: las prácticas, actividades, acciones y reacciones en contextos característicos, en los que está integrado el uso relegado de una palabra.

Nombres propios

En este punto, Wittgenstein propone la reflexión acerca de la instancia del lenguaje y su función denominadora. Es decir, que existe una necesidad por dar nombres a determinadas “cosas” (personas, colores, números, objetos) y ello se constituye como una forma de etiquetar, de ponerle un sello a algo. De modo que el acto de nombrar es, dicho en palabras de Wittgenstein, “fijar un rótulo en una cosa” (43). No obstante, en este uso del lenguaje no existe la pregunta por la denominación misma: ¿qué relación hay entre el objeto y la palabra que lo nombra? Pareciera, pues, que una de las funciones intrínsecas de nuestro lenguaje es la de inventar un nombre para cada cosa y de esta manera “poder hablar” de ella, “poder codificarla”.

            A una persona se le fija un nombre y esta, a su vez, responde cuando se le llama por ese nombre. Pero ¿por qué reacciona así cuando se le llama por un nombre que ha sido inventado para él? ¿Qué relación hay entre el nombre y la persona? Aquellos interrogantes moran precisamente en el sentido de la denominación misma. La significación en este uso del lenguaje recae sobre el sentido de la correlación entre el objeto y el nombre. Por eso Wittgenstein afirma que “los problemas filosóficos surgen cuando el lenguaje hace fiesta”[die Sprache feiert] (57); pues nos enredamos en las reglas para el uso de nuestras expresiones, de nuestros extravíos en el uso del lenguaje. Por ello, la tarea de la filosofía es llegar a una visión clara de este enredo, y no encubrirlo.

Una nota de cristal de Edinson Aladino. PhD, Investigador, escritor y crítico literario colombiano.

Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción

Bibliografía

Wittgenstein, Ludwig. Investigaciones filosóficas. Traducción de Alfonso García Suárez y Ulises Moulines, Universidad Nacional Autónoma de México/Editorial Crítica, 1988.


Edinson Aladino: Es doctor en letras por la UNAM. En la actualidad realiza una estancia posdoctoral en la BUAP. Recientemente, obtuvo en Colombia el Premio Nacional de Poesía “La Poesía del recuerdo y del olvido”, auspiciado por la Casa de Poesía Silva, en su versión 2023.

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