“Los Trapos Sucios se Lavan en Casa”: Forma y Fondo en el Gobierno Petro

José Gustavo Hernández Castaño, Magíster en Ciencias Políticas. Columnista RJ

Había planeado dedicar mi columna de esta semana al abusivo incremento en las tarifas de energía, pese a que la CREG emitió las resoluciones 101066 de 2024 y 101069 de 2025 para reducir su costo. Sin embargo, las empresas han evitado aplicarlas, desafiando al gobierno y golpeando aún más los bolsillos de los ciudadanos. No obstante, el Consejo de Ministros televisado del 4 de febrero se impone como tema de análisis, dado su impacto político y comunicacional.

La relación entre forma y fondo en la acción gubernamental es crucial para la estabilidad y eficacia de una administración. Mientras el fondo se refiere a las políticas y reformas implementadas, la forma está ligada a cómo se comunican y ejecutan. En el gobierno de Gustavo Petro, esta relación ha sido puesta a prueba en varias ocasiones, siendo el Consejo de Ministros televisado un caso emblemático.

Desde el inicio de su mandato en agosto de 2022, Petro estructuró su gestión bajo el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2022-2026, basado en cinco ejes estratégicos: ordenamiento territorial, seguridad humana, derecho a la alimentación, transformación productiva y convergencia regional. Aunque su enfoque es ambicioso, la falta de articulación con el Congreso y la exposición mediática de conflictos internos han dificultado su implementación.

Uno de los mayores desafíos del gobierno ha sido la desconexión entre planeación y gobernabilidad. A pesar de avances como la redistribución de 400.000 hectáreas y la reducción de la inflación del 10% al 5%, la percepción de inestabilidad ha opacado estos logros. Las reformas de salud y laboral, por ejemplo, han encontrado bloqueos legislativos, demostrando que una planeación ambiciosa requiere alianzas políticas para concretarse.

El Consejo de Ministros televisado ilustra cómo la gestión de la forma puede impactar el fondo de las políticas públicas. Durante más de cinco horas, el país fue testigo de tensiones entre ministros, con la vicepresidenta Francia Márquez expresando su desacuerdo con la designación de Armando Benedetti y la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, cuestionando su nombramiento por razones éticas. La canciller Laura Sarabia también fue señalada por su estilo de liderazgo, evidenciando fricciones internas.

Aunque la intención era proyectar transparencia, el efecto fue contrario: el evento dejó una imagen de desorganización y fractura dentro del Ejecutivo. La renuncia de Jorge Rojas y Juan David Correa tras la reunión profundizó la crisis. Esto demuestra que, si bien la transparencia es esencial en democracia, una estrategia mal gestionada puede generar incertidumbre y debilitar la estabilidad del gobierno.

En términos de comunicación política, el episodio expuso la dificultad del gobierno para proyectar cohesión y liderazgo. La gobernabilidad no solo depende de políticas efectivas, sino de la percepción de estabilidad. En este caso, la exposición del conflicto interno no reforzó la legitimidad del gobierno, sino que lo mostró como un equipo dividido y con falta de dirección estratégica.

Los indicadores de gestión reflejan avances en áreas clave, pero la percepción ciudadana ha sido afectada por la falta de una estrategia de comunicación clara. Mientras que el PIB creció un 2.3% en 2024 y 1.6 millones de personas salieron de la pobreza, la aprobación presidencial cayó del 56% en 2022 al 34% en 2024. Este contraste evidencia que los logros no son suficientes si la comunicación y la gestión política generan una sensación de desorden.

El gobierno enfrenta el reto de equilibrar planeación estratégica con una mejor articulación política y comunicacional. Para ello, debe reforzar su capacidad de negociación con el Congreso, establecer mecanismos más eficientes de toma de decisiones dentro del gabinete y evitar la exposición innecesaria de disputas internas. Un liderazgo fuerte no solo implementa políticas, sino que también proyecta estabilidad y confianza.

El caso del Consejo de Ministros televisado deja una lección clara sobre la relación entre forma y fondo en la gestión gubernamental. Aunque el gobierno de Petro ha impulsado una agenda de transformación, la forma en que ha manejado la comunicación y las relaciones políticas ha obstaculizado sus objetivos. La transparencia es fundamental, pero sin una estrategia de gobernabilidad, puede convertirse en una debilidad en lugar de una fortaleza.

El dicho “los trapos sucios se lavan en casa” encapsula esta realidad. En política, la cohesión interna y el liderazgo son tan importantes como la implementación de políticas. Exponer conflictos sin control estratégico no fortalece la democracia, sino que debilita la gobernabilidad. Petro y su equipo deben replantear su estrategia si quieren que su legado se recuerde por sus reformas y no por sus fracturas internas.

Una nota de cristal de: José Gustavo Hernández Castaño, Magíster en Ciencias Políticas.

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