
Valga decir, que en Manizales hay gente muy decente, muy humana, personas que ennoblecen el género humano. Grandes pintores como Jesús Franco, eximios poetas, de la categoría de Iván Cocherín, Eduardo García Aguilar y Saul Sánchez Toro, grandes novelistas como Fátima Vélez, y líderes animalistas de la talla de Jhon Hemayr Yepes, pero hay una recua de hematófagos, draculesco personajes, que se divierten con el asesinato de seres vivos. Pregunto, cómo se le dice a alguien que mata por dinero, creo que es sicario, y quien se complace con ese asesinato, no es más que un cómplice. Así pues el torero es un sicario vestido de luces, y el espectador hematófago es un cómplice del bárbaro asesinato. El sicario llamado eufemísticamente torero, es vitoreado por un público alcoholizado y adicto a la sangre y quien sabe a qué más, como preguntó alguna vez Fernando Londoño a los senadores, quién sabe que porquerías estarán fumando; esa misma pregunta la hago a los cómplices de la orgía de sangre.
Los Manitarados, que no alcanzan el noble gentilicio de manizaleños, convencidos de que son descendientes de algún barón español, ya sabe el lector lo que es un barón con b labial, en un castillo, no pasan de ser tristes émulos del bufón de calabacillas y desechables caricaturas del Bobo de Coria. Estos bufones Manitarados se masturban pensando en Cristina Pedroche, se sueñan con Penélope Cruz, se levantan y orinan manzanilla, desayunan con tortilla española, y almuerzan con paella. se disfrazan de españoles desde las ocho de la mañana, y desfilan por el centro histórico de Manizales, con paso de torero, como si tuvieran daño de estómago, o como si se hubieran metido por el trasero una varilla de acero, creyéndose su propia mentira y sintiéndose caminar por la Sevilla del siglo XVII, con los bucles empavonados de Antoñito el Camborio.
Ningún torero es mi ídolo, lo serán solo de los españolizados manitarados, pero llevo en mi corazón a esos hermosos ejemplares que en algún momento vengaron a sus hermanos: Islero que enarboló a Manolete, Avispado que en Pozoblanco destazó a Paquirri, Bailaor que puso a bailar con la muerte, en Talavera de la Reina a Joselito El Gallo, y Barbudo, que envió a torear al más allá a Pepe Hillo, inmortalizado por el pintor Francisco de Goya en su obra La desgraciada muerte de Pepe Illo en la plaza de Madrid. Otro de mis héroes es Granadino toro que mandó a torear a los infiernos al sicario inmortalizado por García Lorca en su poema Llanto en la muerte de Ignacio Sánchez Mejías.
Ha terminado la temporada taurina en Manizales, una de las últimas, gracias al paso dado por Colombia al inscribir con letras doradas su nombre en la lista de países civilizados que prohíben esta práctica cruel de sangre, tortura y asesinato en las mal llamadas plazas de toros, que a partir del 2027 serán plazas de cultura y vida. Ahora los manitarados, pueden ir a llorar su congoja por la ausencia de sangre en las plazas, añorando sus fantasías con las vedettes españolas, y las manitaradas, pueden desahogarse, creyéndose Barbara rey en las sábanas furtivas del rey Juan Carlos.
Una nota de cristal de: Gonzalo Osorio Toro.
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Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción
EXCELENTE EL COMENTARIO DE DON GONZALO , GRACIAS POR COMPARTIR, SIEMPRE LOS LEO .