PETRO, EL CORO DE LOS ESCLAVOS REDIMIDOS – Gonzalo Osorio Toro | Revista Juventud

 

Los Baudós, y los Tayronas,
eran felices con sus ríos torrenciales,
con su pescado y la mandioca,
pero España, con la cruz, y con la espada,
inundó con ríos de lágrimas,  
la tierra de Calarcá y de la Gaitana. 

Nos cambiaron el origen del universo,
dejamos de creer en la virgen Seucy,
nos arrebataron a Yurupary, 
nos impusieron otro salvador,
se inició una lucha entre Yurupary y Jesús, 
pero el invasor traía el caballo y el arcabuz,
Y el vasallaje se hizo costumbre.

Europa, ungida de fuego y seda,
sumergió la esperanza, 
en siglos de vandalaje y miseria, 
siglos de lucha que no olvidamos,
los hijos de la princesa Yanuba,
ni los nietos de Benkos Biohó. 

Si la historia la contaran los vencidos, 
con lágrimas de dolor, y sangre tinta, 
contaríamos los muertos que nos iluminan, 
pero los historiadores, amantes de la mentira,
nos han contado
que el león siempre gana la partida.

Hoy empieza la nueva historia, 
ahora reescribimos con nuevas manos  
en la tierra del Chiguiro y la cattleya,
a los asesinados en las bananeras, 
a los muertos sin llanto,
arrojados al Cauca y al Magdalena. 

Los hijos de Seucy y de Canaima,
levantamos la rodilla, elegimos la esperanza, 
un hombre nacido en la pobreza,
doliente de la miseria,
habla desde nosotros, 
ahora una nueva lucha empieza, 
con el amor que es nuestra arma secreta, 
cada hora, cada día, bajo el sol o las estrellas, 
defenderemos la esperanza que Petro nos entrega.

El tirano, el opresor y el asesino, 
quieren mantener el yugo vivo, 
Cacerolina Lagañín, la colombiana, 
con fervorosa adoración pinochetista, 
permanece hincada,
pidiendo que un Zapateiro, habite el palacio de Nariño.

A Petro, la suma de todas las esperanzas, 
lo defenderemos con la oración y el canto, 
con el azadón y el rastrillo, 
con el amor de mi mujer y el de mis hijos,
ni un paso atrás, gritaron Manuela y Galán. 
no soy un hombre, soy un pueblo, gritó Gaitán,
esas son nuestras consignas.

La muy cabal Cacerolina Lagañín, los Zapateiro, 
nos encuentran de pie, y sin rodillas,  
no volverá el llanto del hambre, 
el llanto por el asesinado, por el desaparecido,
no volverán ni el látigo ni la cadena, 
Intentarán mil veces recuperar lo que han perdido, 
y mil veces como las hienas, regresarán a sus nidos.

Intentarán matar a Petro, enjaularlo como a Lula en Río,
pero no pasarán, su tiempo se ha ido. 
Con gargantas desbordadas cantamos nuevos himnos, 
y con sangre de Spartacus gladiadores,
reescribimos la historia de los vencidos,
es la hora, es el día, es nuestro tiempo,
creemos en el poder del pueblo,
el poder del cantor que canta a los gritos, 
con él, con usted, con todos nuestros muertos,
cantamos con Víctor Jara,
El coro de los esclavos redimidos,
“El pueblo unido, jamás será vencido” 

Un poema de cristal de: Gonzalo Osorio Toro

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