Hoy, en este 8 de marzo, me encuentro reflexionando sobre el significado de este día. No puedo evitar sentirme parte de un mundo que ha sido moldeado por siglos de desigualdad de género, y me pregunto: ¿qué papel desempeño en esta lucha? ¿Cómo puedo contribuir al cambio?
No soy ajeno a los privilegios que mi género me otorga. He crecido en una sociedad que, aunque ha avanzado, aún arrastra los lastres de una mentalidad patriarcal. Las mujeres han luchado incansablemente por sus derechos, y es hora de que los hombres también nos sumemos a esta batalla.
Las sufragistas, con sus pancartas y sus voces, abrieron camino para que las mujeres pudieran votar. Imagino a esas mujeres valientes, enfrentándose a la indiferencia y la hostilidad, exigiendo un lugar en la toma de decisiones. ¿Qué habría sido de mí si no hubieran alzado la voz?
Hoy, en Palestina, las madres lloran a sus hijos perdidos en la violencia. No puedo evitar pensar en las mujeres que han visto a sus familias desgarradas por el conflicto. Cada madre que ha perdido a su hija bajo los escombros, cada esposa que ha visto a su esposo partir a la guerra sin saber si regresará, merece nuestra empatía y solidaridad.
En la Franja de Gaza, 9,000 mujeres han perdido la vida desde el inicio de la ofensiva israelí el 7 de octubre. Muchas murieron bajo los escombros, pero su sacrificio no debe olvidarse. Cada hora, dos madres palestinas son asesinadas. Además, el conflicto afecta la alimentación de las familias: 84% de las mujeres informan que su familia come menos que antes del conflicto, y 87% tiene dificultades para acceder a los alimentos.
La igualdad no es un regalo que se nos da; es un derecho que debemos defender. No basta con no ser machista; debemos apoyar la lucha de estas mujeres. Debemos cuestionar los roles de género, desafiar los estereotipos y apoyar a las mujeres en su búsqueda de oportunidades y justicia.
No podemos quedarnos en la retórica vacía. Las rosas son importantes, pero también lo es el pan. Queremos un mundo donde las mujeres no tengan que elegir entre la maternidad y la carrera, donde no se les pague menos por el mismo trabajo, donde no teman caminar solas por la calle.
Hoy, en este 8 de marzo, no celebro; conmemoro. Honro a las mujeres que han luchado antes que yo y me uno a las que luchan hoy. No como un espectador, sino como un aliado. Porque la revolución no se detiene, y juntos avanzamos hacia un mundo más justo y equitativo.
Feliz 8M a todas las mujeres que han dejado huella en la historia y a las que siguen escribiéndola.
Una nota de cristal de: Alejandro Nieto Loaiza, Administrador de empresas en formación, Director Revista Juventud.
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