Ayer estuve en una conferencia dictada por la doctora Radamelia Fhezmhitna, presidenta de la RAFL, Real academia feminista de la lengua, y me sorprendió que gastara veinte minutos, en el saludo, desde señoras y señores, doctoras y doctores, hasta profesoras y profesores, espectadoras y espectadores, asistentas y asistentes.
Me desentendí de la conferencia de la doctora, y me sumí en mis propios pensamientos, me retrotraje a todas mis lecturas, y descubrí el grave error en que incurrieron los grandes escritores. Tomé la decisión de reescribir la literatura, para sacarlos del error, especialmente a los que están en la biblioteca de mi corazón. Empecé por los títulos de sus obras. San Pablo, debió haber escrito, Carta a los fenicios y a las fenicias, y el anónimo autor de El Cantar de los nibelungos, tendría que haberle agregado, y las nibelungas. El gran Víctor Hugo, conocido como el divino, su inmortal obra Los miserables, tuvo que haberla titulado Los y las miserables, para no ser descalificado y tildado de machista, por su obra, que no es más que la reivindicación de las clases marginadas, incluyendo la reivindicación de las mujeres, con sus dos personajes Fantine y su hija Cossette, que me hicieron respetar al género femenino aún más de lo que me ha enseñado la vida. James Joyce, quien dividió la literatura en dos, antes y después de él, su magnífico libro de cuentos tuvo que haberlo titulado, Dublineses y dublinesas y el uruguayo Mario Benedetti debió titular su libro Montevideanos y montevideanas, para no ser descalificado por el feminismo universal. Piero tendría que cantar su canción Los Americanos, así, “Ellos y ellas nacen ancianos y ancianas……. nacen convencidos y convencidas que no hay nadie en el mundo más importante que los americanos y las americanas”, y Violeta Parra tendría que haber titulado su inmortal canción Me gustan los y las estudiantes, y se cantaría así “Me gustan los estudiantes y las estudiantes, que marchan sobre las ruinas, con las banderas en alto va toda la estudiantina, son químicos y químicas, doctores y doctoras, cirujanos y cirujanas, dentistas y dentistos, caramba y zamba la cosa, que vivan las y los especialistas.” Imposible de cantar. Lo paradójico es que la construcción lingüística, el feminismo, se construye un artículo y un sustantivo masculinos.
No es el uso de la facultad de lenguaje, lo que determina una posición ideológica, sino todo lo contrario, mientras así no sea, el lenguaje inclusivo no pasa de ser un despropósito, para no decirle una pose.
Dejo claro, mi enorme respeto y admiración por las mujeres, me duele su discriminación a lo largo de la historia, increíble que una mujer para poder estudiar tuviera que disfrazarse de hombre, en el oscurantismo de la edad media, o como le sucedió a Lidia Poet en la Italia del siglo XIX, quien tuvo que luchar hasta su muerte, para poder ejercer la abogacía, derecho que le había sido negado simplemente por ser mujer. La reivindicación de la mujer es la misma reivindicación de los sectores marginados, y admiro a aquellas que acompañan su lenguaje, con una acción política, en busca de un cambio del modelo de sociedad, pues el machismo al igual que todos los ismos, es producto de una visión de estado. Es la supremacía de la clase dominante sobre los sectores desfavorecidos. La lengua es un organismo vivo creado por el uso de sus hablantes, y no regulado por leyes académicas, sino por su propio uso, la lengua es mucho más que sus reglas. Dice Fernando Vallejo que la estupidez más grande es preguntarse quién habla bien. No puedo decir que habla mejor un acartonado madrileño, que una humilde indígena del Vaupés, pues el lenguaje somos nosotros, cada uno con su identidad y su cultura.
Si tenemos en cuenta, que nuestro lenguaje nos refleja como persona, una persona, hombre o mujer que no acompaña su lenguaje feminista, de una lucha social, no es más que una pose, o producto de una moda. No se puede ser feminista y uribista al mismo tiempo, porque la inteligencia y el uribismo son incompatibles. En su esencia no puede ser feminista una persona, que defienda las instituciones que han subyugado a la mujer a lo largo de la historia. No entiendo a una feminista, arrodillada ante un altar, siendo la iglesia la principal organización machista de la historia. Con todo mi respeto por las religiosas y monjas, estas son utilizadas en la iglesia, únicamente para que les sirvan a los curas, las dedican a hacer los trabajos menores como si fueran discapacitadas mentales para entender los enredos de la biblia. Las religiosas están destinadas a ser las mujeres del servicio doméstico de la iglesia. Así pues, el feminismo es incompatible con una iglesia machista, por lo tanto, no deja de ser una aberración, una persona feminista, de rodillas en una iglesia.
Un amigo mío, de rodilla en el altar, y excelso uribista, disgustado por el lenguaje de algunas de sus empleadas, agobiado por la opresión de las mujeres sobre los hombres a través del lenguaje, se propone hacer desaparecer un aspecto esencial de lenguaje como es el sujeto neutro, ya que a las mujeres no les sirve, y a los hombres según mi amigo, los invisibiliza.
En la conferencia de la doctora Radamelia, levantó airadamente uribista su mano para pedir voz en cuello, que la conferencista replanteara el saludo a la audiencia. Exigió sin argumentación alguna que el saludo tenía que ser señoras y señoros, doctoras y doctoros, profesoras y profesoros, espectadoras y espectadoros, asistentas y asistentos. En medio de su rabia y su ignorancia, gritó que se iba a quejar ante la real academia, para que el lenguaje fuera igualado o prohibido el inclusivo, pasándolo por un tribunal de fe, al igual que lo hicieron los curas que quemaron la biblioteca de don Alonso Quijano, o el nefasto Alejandro Ordoñez diciéndole a la humanidad que libros se podían leer y cuáles no. Admiro a las mujeres especialmente a las que desde su visión de género, identifican muy bien su posición en el universo, con lenguaje feminista o no, pero que con su esencia de mujer, asumen su papel con más gallardía y entereza que todos los hombres que conozco.
Cualquier elogio a la mujer, es insuficiente, nuestra deuda con ella, se mide en años siderales, y si no fuera por ella, el mundo estaría mucho más descuadernado de lo que está. Como dice el poema de Gloria Fuertes, “Soy solo una mujer, y eso es bastante” o como escribía el poeta Miguel Hernández refiriéndose a los hombres “No os avergüenza ver en tanto lugar de España, a tanta mujer serena bajo tanta amenaza”. Para muestra un botón, Carmenza Londoño, La Chiqui, más allá de su lenguaje, se entendió como mujer y como ser humano, y por ello entregó su vida al lado de muchos hombres como ella, en las selvas del Chocó.
Con lenguaje inclusivo, o sin él, las luchas feministas, al igual que todas las luchas de los marginados, es una lucha social, y debe tender al cambio de modelo de la sociedad, buscando construir una sociedad humana e incluyente.
Una Nota De Cristal de: Gonzalo Osorio Toro
Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción.
Si. Dió en el punto. El tal lenguaje incluyente no incluye, lo hacen las acciones