“SIQUIERA SE MURIERON LOS ABUELOS” digo cuando la horrible muerte nos visita. Hoy, más de medio siglo después de su suicidio, pienso que siquiera se murió Violeta Parra, sin ver como se masacró a su pueblo. Vestidos de sonrisa y llanto, viajaron Neruda y Víctor Jara, a tomar pisco de uva, en la carpa de Violeta, instalada en las cornisas del cielo, en la esquina que hay entre la luna y las estrellas. Allí Violeta Parra, los recibió cantando “gracias a la vida que me ha dado tanto”
Dios estaba ocupado en el nefasto septiembre de mil novecientos setenta y tres. Otros asuntos ocupaban su atención, creo que estaba tratando de corregir el rumbo de las estrellas, o tal vez, como lo poetizó César Vallejo, estaba grave, una pulmonía lo tenía en reposo. la mirada de Dios, andaba por las nubes, mientras en el Chile de Violeta, de Neruda y Víctor Jara, la muerte multiplicaba su guadaña sideral.
Ante la desesperanza de quienes soñamos con mundos mejores, ante la tristeza de quienes nos erizamos con un verso, con una guitarra, con una sonrisa, llegó la noticia nunca esperada. Por los cielos chilenos, La huesuda de horrible mueca, se vistió de general chileno, y en cinco minutos, los cinco minutos eternos del eterno Víctor Jara, los cinco minutos de su amada Amanda, la vida es eterna en cinco minutos, se los apropió el sátrapa chileno perfumado de muerte.
Ay que terrible septiembre, clavado para siempre, en nuestros corazones “El oficial lo golpeaba una y otra vez, en el cuerpo, en la cabeza, descargando con furia sus patadas, nunca olvidaré el ruido de esa bota en sus costillas. Víctor sonreía, él siempre sonreía, y eso descomponía más al facho” El abogado Navia sobrevivió para contarlo. La orden crepuscular de la muerte cobijaba a todos aquellos que respiraran humanidad, arte, sonrisa, belleza, Allende. Allende los mares, se oía el llanto de los pescadores de Talcahuano, de los asesinados en Santa María de Iquique, de los leñadores del Parral, de los remeros del Biobío; Por encima del llanto latinoamericano, se oyó la voz moribunda de Neruda, del chileno universal “Sube a nacer conmigo hermano, dame la mano desde la profunda zona de tu dolor diseminado” Neruda, se bebió en un solo trago, el dolor de sus chilenos, y viajó a encontrarse con Víctor en la carpa de Violeta y cantaron “la vida es eterna en cinco minutos” “Estoy muerto, estoy asesinado, pero estoy naciendo con la primavera… voy a vivir otra vez, me duelen las raíces” Víctor y Neruda, vencieron la muerte. Hoy a pesar de las balas, pisan las calles nuevamente, de lo que fue Santiago ensangrentada, Gracias Pablo Milanés por tus versos, mientras el general de la traición, el sátrapa, el innombrable chileno, el genocida, cocina sus miserias en los profundos infiernos. No saben los tiranos, los asesinos, que la vida es eterna en un verso, en una guitarra, en una sonrisa, que la vida es eterna en cinco minutos.
Una nota de cristal de: Gonzalo Osorio Toro
Notas De Cristal Para Una Generación En Construcción.